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ADN Familiar

En ocasiones, cuando se habla de empresas cotizadas, la gran mayoría piensa en multinacionales o grandes conglomerados, sin embargo el 27% de las empresas europeas cotizadas son empresas familiares. Pero, ¿a qué llamamos empresa familiar? Esta denominación se atribuye cuando una parte esencial de la propiedad está en manos de una o varias familias, cuyos miembros intervienen de forma decisiva en la administración y/o dirección del negocio y al menos una persona de la familia forma parte del Consejo de Administración.
Muchos estudios se han realizado sobre la relación existente entre la empresa familiar y el Mercado Financiero, sobre si este tipo de empresas aportan más valor o son más rentables que otras empresas cotizadas que no son familiares. Recientemente, Banca March junto al IE Business School, han realizado un estudio sobre este tema, “La creación de valor en la Empresa Familiar Europea Cotizada (2001-2010”).
Lo cierto es que entre las virtudes de este tipo de empresas podemos encontrar: una visión a largo plazo con vocación clara de continuidad y transmisión de los valores empresariales propios de la familia; un mayor compromiso y dedicación con el proyecto empresarial, hecho que viene de la mano de la vinculación innata con la organización; un mayor nivel de autofinanciación y reinversión de beneficios para financiar el futuro crecimiento de la empresa, lo que conlleva a un control más riguroso del gasto; una estrecha relación con los clientes; un comportamiento más cercano con los trabajadores, y una flexibilidad competitiva con capacidad de ajuste en las fases depresivas del ciclo económico, que genera efectos sobre la estabilidad del empleo.
Asimismo, algunas de sus limitaciones que, en ocasiones, pueden convertirse en desventajas, son: los problemas a la hora de realizar la sucesión, ya que se puede llegar a confundir las capacidades profesionales para dirigir con las capacidades afectivas o vínculos familiares. Este tipo de organizaciones suelen ser más reacias a los cambios y suelen tener un nivel bajo de innovación. Muchas veces, no suelen buscar una maximización de beneficio, ya que realizan una gestión más prudente y de reinversión, con lo que en determinadas circunstancias pueden no retribuir de forma adecuada a los pequeños accionistas.
Del estudio (universo 2.433 compañías) se han extraído una serie de conclusiones, teniendo en cuenta todas sus características. Quizás la más positiva ha sido que se han comportado mejor y han destruido menos valor que otras empresas cotizadas no familiares, incluso generando una tasa de empleo superior. En general, han sido más eficientes a la hora de gestionar sus activos con ROA superior, siendo a la vez capaces de mantener la inversión en activos fijos. En determinadas circunstancias se han financiado a tasas inferiores a la media del mercado. Aunque es cierto que han obtenido mejores resultados y han creado más valor aquellas empresas familiares donde el Consejero Delegado no es una persona del núcleo familiar.
En todos los países analizados, las empresas familiares han obtenido rentabilidades superiores a las generadas por el índice de referencia con niveles de volatilidad similares. Por ejemplo, algunas de las empresas familiares españolas analizadas han sido: Ferrovial, Prosegur o Vidrala, y han obtenido en el periodo analizado, rentabilidades superiores al Ibex 35 con niveles de volatilidad muy similares.
Las empresas familiares cotizadas no son ni mejores ni peores que las no familiares, simplemente gozan de unas características en su ADN que, en ocasiones, les pueden proporcionar ventajas competitivas.

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