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Aquí no hay quien viva.

La morosidad no sólo se encuentra en las entidades financieras a través de sus préstamos hipotecarios y créditos, también se puede ver en el sector comercial e incluso más cerca de cada uno de los lectores, en la comunidad de vecinos. A todos nos viene a la mente el famoso “paga moroso c…” de la ya conocida serie Aquí no hay quien viva, pero a diferencia de lo que ocurre en la ficción, donde no se le pone nombre al deudor, en la vida real las viviendas tienen un propietario. Existe un responsable al que reclamarle todas las cuotas ordinarias y derramas varias aprobadas en las correspondientes juntas. En ocasiones, y teniendo en cuenta los procesos de embargos, conocer la titularidad no está exenta de complejidad.

El Instituto Nacional de Estadística acaba de publicar el Censo de Población y Viviendas 2011 donde hay un dato es revelador: 3.443.365 viviendas están vacías. Esto supone un incremento del 10,8% en una década, e implica un 13,7% del total de viviendas censadas. Dentro de esta estadística también resulta llamativo que el 84,90% de las que se encuentran sin uso estén en buen estado. En resumen, son casi tres millones y medio de viviendas disponibles en manos de promotores, entidades financieras, inversores o especuladores. De estas viviendas, existe un alto porcentaje que no se encuentra al día en las cuotas comunitarias.

Según publicó el Consejo General de Colegios de Administradores de Fincas de España, del total de la deuda pendiente en las comunidades de vecinos por ellos administradas un 1% está pendiente por parte de los bancos, lo que implica 265 millones de euros pendientes de liquidación. Serán cobrados tarde, y dilatados lo máximo posible en el tiempo, pues su pago no supone ninguna rentabilidad para las entidades financieras. Pero la mora de la banca con las comunidades de vecinos puede rondar el 13% del total. Al igual que las familias son economías frágiles ante los vaivenes de la economía y sus ciclos, las comunidades de vecinos también se encuentran entre el colectivo frágil.

Lo realmente difícil de gestionar en las comunidades tomar la decisión de actuar contra un vecino moroso. Existen familias que por motivos de la crisis en la que nos encontramos, tiene que decidir a qué destina los ingresos que percibe, el dejar de pagar la comunidad, es una opción más fácil. Puede darse el caso de vecinos que toman la iniciativa de denunciar, pero sentimientos enfrentados se presentan en ese momento: compasión, entendimiento, corresponsabilidad social comunitaria, etc.

El efecto de la morosidad se refleja en los presupuestos que, con unos ingresos mínimos e inciertos, sólo permiten hacerse cargo de los gastos ordinarios, dejando para cuando las cosas mejoren las inversiones, rehabilitación, etc. Y suerte tienen aquellos que cuentan con zonas comunes de esparcimiento y pueden continuar pagando su mantenimiento.

Las comunidades de vecinos son otro de los colectivos perjudicados por la merma e inexistencia de ingresos para las familias. ¿Aquí no hay quién viva?

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