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Balance de la COP27

Tras dos semanas de intensa actividad en Sharm el-Sheikh, en Egipto, finalmente vio la luz el acuerdo de la 27 Conferencia de las Partes en el que la medida estrella ha sido un fondo concebido para ayudar a hacer frente a las pérdidas y daños que el cambio climático está ocasionando, especialmente, en las economías emergentes. Y es que la necesidad de financiación para impulsar la transición climática ha sido uno de los grandes temas de esta edición, en la que también el límite de temperatura de 1,5 grados del Acuerdo de París ha centrado el debate de las semanas del año más importantes en materia climática. En esta COP se ha observado una fuerte corriente de opinión acerca de que la cifra de 1,5 grados no debe ser un objetivo, sino el límite que el planeta puede asumir.

Porque con las actuales políticas de descarbonización definidas por los países, la temperatura global a final de siglo aumentaría en 2,5 grados, según el informe de síntesis de los NDC publicado por UN Climate Change. Por lo que gobiernos, empresas y la propia sociedad tienen la responsabilidad de seguir profundizando en las medidas para contribuir a la mitigación y adaptación a los efectos de un cambio climático que continúa avanzando de forma inexorable. Y la COP 27 ha marcado el rumbo a seguir, con la firma de varios acuerdos enfocados en:

-Mantener vivo el objetivo 1,5 grados del Acuerdo de Paris.

-Garantizar el acceso a financiación para la mitigación y adaptación al cambio climático.

-La latente necesidad de transformar el sistema energético actual hacia un sistema en el que cobren más relevancia las energías renovables, especialmente en el actual contexto de crisis energética en el que nos encontramos como consecuencia del conflicto de Ucrania.

-La creación del fondo para pérdidas y daños, reclamado por los países emergentes, en el que se trabajará durante el próximo año para poder presentar su operativa en la COP28.

-El lanzamiento de la agenda de adaptación climática, en el que se ha destacado el papel del agua y la biodiversidad en la adaptación.

-Mejorar la transparencia de los datos, tanto a nivel empresarial como gubernamental, con el objetivo de evitar por todos los medios el greenwashing.

-El lanzamiento del programa para la transferencia de tecnología vinculada al cambio climático.

-La necesidad de garantizar una transición climática justa para todos.

Sin embargo, aunque se diagnostique la urgencia, los procedimientos a abordar de forma conjunta siempre son más delicados de instrumentar, y esta COP ha vuelto a dar muestra de ello.

El principal escollo parte del ámbito de la financiación, uno de los temas protagonistas tanto en la anterior COP como en la número 27, la primera celebrada en territorio africano, el denominado “continente olvidado”. Los países emergentes, que sufren con mayor intensidad las consecuencias del cambio climático, reclaman ayuda a los países desarrollados con un doble objetivo. Por un lado, para mitigar el cambio climático y limitar el impacto que está generando, y va a generar a futuro, en su territorio y población y, por otro, la adaptación en una transición climática que requiere de una transformación profunda de sus economías.     

Esta Cumbre ha sido testigo de un avance importante en materia geopolítica, con el retorno de Luis Ignacio Lula da Silva (Brasil) y su visión para la Amazonia. En este contexto, Brasil podría volver a la primera línea del combate contra el cambio climático, tras cuatro años de escepticismo con Jair Bolsonaro.

También fue destacable la presentación de la denominada “Agenda Bridgetown” para una reforma estructural del sistema financiero global con objetivos tangibles. No en vano, el compromiso de financiadores y sector bancario para promover el cambio sostenible está siendo clave en los últimos años: las compañías que gestionan de manera adecuada el cambio climático obtienen mejores condiciones, y la exigencia a la hora de financiar con criterios sostenibles no hace sino aumentar.

Ahora el reto es ir más allá. Porque veremos cómo a medio y largo plazo, las organizaciones que no gestionen de manera responsable el cambio climático a través de la medición, la definición de objetivos de descarbonización alineados con la ciencia, la evaluación de riesgos climáticos sobre el modelo de negocio y la definición de planes de transición liderados por los consejos de administración, con acciones concretas que garanticen la descarbonización de sus actividades, no podrán acceder a financiación.

También en el debate sobre la cuestión energética ha tenido especial protagonismo la financiación. Porque cada vez hay una mayor demanda de financiación para el desarrollo de energías limpias, sobre todo en economías emergentes. Especialmente este año, en el que el contexto geopolítico internacional ha puesto de manifiesto la dependencia de los combustibles fósiles responsables del 75% de las emisiones efecto invernadero.

Y es que, mientras en la pasada edición de la COP se habló en más de una ocasión de abandonar los combustibles fósiles, en esta edición este tema ha pasado más desapercibido, quizás porque el país con mayor emisión de gases efecto invernadero, China, pasa por un periodo de máximo tensionamiento en sus relaciones internacionales con EE.UU.

Aunque sí ha habido consenso en la necesidad de invertir y apostar por nuevas energías limpias, con especial protagonismo del hidrógeno verde. Concretamente, destaca la creación de nuevos grupos de trabajo como el Technology Mechanism Joint Work Programme, avalado por John Kerry (EE.UU), que busca apoyar la investigación de nuevas tecnologías sostenibles en el periodo 2023-27, o la formación de la Comisión de Planificación para el Clima, una nueva iniciativa centrada en acelerar la planificación y despliegue masivo de nuevas energías limpias y seguras.

No hay duda de que el principal foco en las compañías pasa por su contribución real a la lucha contra el cambio climático. En los últimos años, al tiempo que aumentaba el escrutinio sobre la aportación de las compañías a los objetivos de descarbonización, se erigía el debate sobre si las organizaciones utilizan la lucha contra el cambio climático como un elemento de mejora de su reputación ante los grupos de interés.

Por este motivo, es clave para las organizaciones abordar de forma clara y decidida su transición hacia la neutralidad climática. Contribuir al objetivo del 1,5 grados del Acuerdo de París no es una posibilidad, sino un riesgo de negocio (no solo reputacional) en el caso de no hacerlo. En este sentido, la propia ONU ha lanzado un documento que recoge 10 recomendaciones para que los actores no estatales establezcan objetivos de descarbonización creíbles alineados con el objetivo de 1,5 grados y se evite el criticado ‘greenwashing’. De hecho, su secretario Antonio Guterres, ha mostrado su tolerancia cero con el lavado verde.

Más allá del sector financiero y energético, sin duda protagonistas en la COP27 por su relevancia en la consecución de objetivos comunes, lo cierto es que las compañías deberán abordar una labor heterogénea, en función de su sector. Así, el sector industrial, como explica Begoña Cristeto, socia responsable de Industria y Automoción de KPMG en España, deberá tener muy en cuenta el anuncio realizado por la Unión Europea de actualizar su compromiso de reducción de emisiones hasta 2030 en un 57%, dos puntos por encima, en un contexto de crisis energética.

Los resultados de la COP27 han sido pobres y, salvo el acuerdo en el descuento sobre la creación del fondo para financiar las pérdidas y daños ocasionadas por el cambio climático, deberemos aspirar a mejorar si queremos alcanzar un acuerdo global, creíble y justo. Hasta que las instituciones y países no se pongan de acuerdo en los objetivos, las entidades financieras no podrán clarificar su papel en este proceso.

Como reflexión final, conviene aplaudir que la COP27 haya aflorado al debate internacional la citada previamente “Agenda de Adaptación Climática” que enfatiza la importancia del agua. Conviene recordar que el planeta tierra dispone de dos pulmones, uno verde (los bosques) y otro azul (los océanos), así pues, enfocar el debate sobre la protección del agua y la biodiversidad para construir un futuro sostenible es fundamental. En Cumbres previas, centradas en la transición energética, se favoreció la incorporación de soluciones “compensadoras” como la de “plantar arbolitos” que no abordaban el problema desde la base. En esta ocasión se ha reiterado como la mitad de la economía mundial depende de los ecosistemas naturales, y como su deterioro quiebra la sostenibilidad (sin goma de borrar).

En este contexto iniciativas como el proyecto piloto #HortiGO2, desarrollado conjuntamente desde el Ajuntament de Valéncia, Global Omnium y Aenor para establecer un marco sólido y transparente de evaluación continua sobre la capacidad de la huerta valenciana a contribuir positivamente a la huella de la biodiversidad presentado en la COP27 son especialmente ejemplares y promisorias.   


Isabel Giménez Zuriaga

Directora General

Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros

igimenez@febf.org

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