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Barbie, Ken, Vicente, Amparo (todos en quiebra)

Barbie, Ken, Vicente, Amparo (todos en quiebra)

Desde que en 1990 se fundara la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros, se ha tratado de mejorar la cultura financiera de los valencianos en diferentes artículos, jornadas, seminarios y cursos.

Y todo ello porque la avalancha de ofertas e información variopinta que recibe cualquier ciudadano, potencial ahorrador o inversor, es cada vez más heterogénea y compleja. Además de ello, la importancia de una adecuada formación es cada vez más prioritaria, habida cuenta de los hábitos de consumo de las familias, con deudas mayores, y un uso creciente de las diferentes modalidades de crédito.

A efectos divulgativos, merecería quizás la pena ver un documental recientemente editado en EE.UU, titulado “Maxed out” (que podría traducirse como “Vivir al límite”) en el que se explora el mundo del crédito fácil y de las tarjetas de crédito que pagan facturas anteriores. Esta forma de vida también es analizada en el libro “Credit car nation”, de Robert Manning, y se corresponde con ciudadanos que, por su irresponsabilidad o ignorancia financiera (o ambas) mayoritariamente desembocan en quiebras personales, no es ajena a los ciudadanos norteamericanos, y con la globalización, puede llegar a ser común en el resto de los países occidentales, crecientemente consumistas y endeudados.

Llama poderosamente en la película o en el libro como las “entidades” que promueven estos créditos fáciles se lucran a partir de los colectivos más desfavorecidos, acudiendo prioritariamente a financiar personas ya previamente quebradas, (hipotecas subprime, o de alto riesgo) o con limitada capacidad intelectual. El conflicto ético de su posicionamiento con clientes es muy claro, pero las autoridades supervisoras a veces se escudan en vacíos jurídicos para no impedir su actividad. Lo cierto es que los canales de comunicación habituales van desde la televisión hasta el buzoneo, pasando por el tráfico de bases de datos ilegales.

Para hacernos una idea de la permeabilidad de este tipo de entidades en EE.UU, podemos ver las cifras de negocio. Cada hogar suele recibir unas 50 ofertas de anuales de “dinero de plástico”, seis veces más que en 1990. Y las cifras de publicidad en 2004 fueron 1.700 millones de dólares, un 32,4% que en 2003, reflejando una verdadera adicción al pago con tarjeta que suele comenzar en los años universitarios. Si a esta droga le añadimos la contratación de “pago mínimo mensual”, la miopía sobre la deuda contraída es brutal, pudiendo llegar a ser un “crédito predatorio” del que resultará prácticamente imposible librarse.

Salvando las distancias, en el libro de Stephan Zweig “El mundo de ayer” se muestra como la tasa de ahorro mensual de una familia judía a principios del siglo XX era del 70%, mientras que las cifras de gasto actuales en cualquier familia española son muy superiores.

Por mucho que el Banco de España alerte sobre el excesivo endeudamiento de las familias españolas, parece que la demanda interna esta sosteniendo un ciclo económico expansivo prolongado, pero cualquier manual de macroeconomía nos alerta sobre la necesidad de potenciar el ahorro y la inversión para potenciar la competitividad en el medio y largo plazo.

El sector financiero español es muy diferente del norteamericano, con un posicionamiento mayor de bancos y cajas tradicionales, más transparentes, eficientes, y con menores tasas de morosidad. Pero nuestra forma de ser es cada vez más parecida a la de los norteamericanos, gastando alegremente hasta lo que no tenemos. Si a todo ello le añadimos el afloramiento de nuevas pseudo-financieras, con agresivas campañas publicitarias, en la que no se sabe quién hay detrás, así como de nuevos productos, con un coste real todavía más enmascarado, parece obligada la reflexión del ciudadano a la hora de contratar un servicio financiero. La información y la responsabilidad financiera son cada día más necesarias.

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