La calidad, desde hace algunos años, se plantea como una condición necesaria para mantener la competitividad de las empresas. El concepto de competitividad, desde el punto de vista macroeconómico, se basa en que la estrategia de la empresa se dirige a obtener resultados que se expresan en sus ventas, o en la obtención de una rentabilidad igual o superior a sus rivales o competidores en el mercado.
La Calidad Total, se puede definir como una filosofía en la que se busca la excelencia en los resultados de las organizaciones, fomentando la Mejora Continua en la organización y la involucración de todos sus miembros, centrándose en la satisfacción tanto del cliente interno como del externo.
Es por tanto, un sistema de gestión relacionado con el concepto de Mejora Continua y, que incluye dos fases anteriores en el tiempo: la primera etapa, que se basó en la gestión de la Calidad es decir en técnicas de inspección aplicadas a Producción, lo que se conoce como el Control de Calidad, y la segunda etapa en la que nació el Aseguramiento de la Calidad, fase que persiguió garantizar un nivel continuo de la calidad del producto o servicio proporcionado.
Por lo tanto de este concepto se puede afirmar que la Calidad Total implica:
o La satisfacción de los clientes tanto externos como internos,
o La utilización de los recursos disponibles en la empresa,
o Aplicado a todos los procesos y actividades desarrollados en la compañía,
o Y con la implicación de todo el personal,
o A través de la mejora continua,
En este sentido diversos estudios han demostrado empíricamente la relación existente entre la implantación de un sistema de calidad y el aumento de competitividad en las empresas. Este enfoque se basa en las conclusiones de que la filosofía de la gestión integral de la calidad y las técnicas conexas han contribuido a mejorar la competitividad de las empresas al elevar la calidad de los productos y servicios y abaratar costes.
A título de ejemplo, un estudio realizado por Dr. Vinod Singhal del Instituto Tecnológico de Georgia y el Dr. Kevin Hendricks de la Universidad Western Notario, en el que se analizaron 600 empresas que ganaron premios de calidad frente a otras tantas de las mismas características que no los obtuvieron. El resultado fue que en general obtuvieron mejores resultados las ganadoras de premios calidad frente a las que no obtuvieron
En este sentido, una de las razones por las que las empresas invierten en calidad, no es sólo por imagen, sino también porque consiguen la optimización de los costes, y con ello, ventajas competitivas a medio y largo plazo, derivado de una buena gestión y de la detección y solución, a tiempo, de los posibles fallos.
Por tanto, la calidad cuesta, pero es más cara la no-calidad. Considerablemente más cara. La idea equivocada de que la Calidad es más costosa, se deriva de no medir el coste de oportunidad de la no calidad o de la mala calidad, y si no se mide, no se puede controlar.
Muchas veces, las empresas piensan que aplicar un sistema de calidad es costoso en tiempo y dinero, pero, a veces, no se plantean los beneficios que se derivan de realizar una inversión de futuro, que puede y debe ayudar a mejorar la organización de la estructura interna de la empresa, y a optimizar los procesos de producción, con la consiguiente reducción de costes, conduciendo a una mejora en la gestión y en la eficiencia.
Hoy en día, sin duda la Calidad Total se erige como de uno los factores clave del éxito y de mejora la competitividad de las empresas, objetivo que se conseguirá a través de la Mejora Continua, y la plena Satisfacción del Cliente. Ahora bien, la implantación de un sistema de calidad no es la panacea, ni sinónimo de éxito empresarial, sino que es la herramienta o base para obtener ventajas estratégicas que mejora la competitividad de la empresa, constituyéndose como la piedra angular para la consecución de los objetivos empresariales, pero para ello, sin duda es necesario el compromiso de todos las personas que integran las organización, la calidad no es un coste, es una inversión.