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De Normas, Principios y Valores

Corren tiempos de grandes incertidumbres financiero-bursátiles, algunas de ellas sin precedentes históricos, incertidumbre sobre la futura evolución de las cotizaciones bursátiles, sobre la redefinición de la propia industria de la intermediación, y también sobre la orientación y el alcance de la reforma regulatoria de los mercados de capitales a nivel internacional. Esta última por el advenimiento de las nuevas tecnologías, y con ellas, de nuevas tipologías de intermediarios bursátiles (sobre todo, en los EE.UU., pero también en Europa).

Mientras subsisten los interrogantes macroeconómicos relacionados con el entorno, acerca de la llegada de la fase expansiva del ciclo económico, o sobre la situación geopolítica en Oriente Medio y en el conflicto India/Pakistan, los mercados de capitales se estremecen en mayor medida por razones microeconómicas, al ver cuestionada la rentabilidad de las empresas cotizadas, y la veracidad de sus cifras contables, hablándose de una crisis de confianza global del capitalismo financiero.

Respecto a los cambios en la industria de la intermediación, cualquier sistema bursátil que se precie -entendido cada vez más como mercado, que como institución tradicional- debe garantizar, para sus participantes, al menos, los siguientes aspectos:

1. Transparencia en la formación de precios. De manera que todos los actores del mercado (supervisores, intermediarios, emisores e inversores) conozcan en todo momento las ofertas y demandas existentes. Aunque las nuevas tecnologías hayan modificado los roles de dichos actores, todos ellos continúan interesados en que exista la mayor visibilidad y veracidad de los precios (en marcha), así como de los ya cruzados.

2. Gestión eficaz de los riesgos. Como en el sistema financiero, en el entramado bursátil similares riesgos deben ser gestionados de forma parecida, independientemente de su lugar de procedencia. El activo financiero, su liquidez, y la solvencia de su emisor serán los criterios a tener en cuenta por analistas, auditores, supervisores, agencias de calificación e intermediarios, por encima de modas, modelos teóricos o subjetividades poco profesionales.

3. Supervisión eficiente. Un entorno regulatorio en el que los aspectos legales (regulación para la defensa de los derechos y la sanción de los abusos) y los de competencia se salvaguarden desde la diversidad, aportando liquidez y óptima gestión en la ejecución de órdenes.

4. Igualdad de Condiciones. Todas las plataformas de contratación deben ser complementarias entre sí, en pro de mercados que actúen para beneficio de todos.

De los cuatro principios así enunciados, el mayor garante de la calidad del mercado es el primero. Sin transparencia, no puede haber confianza, y la liquidez brillará por su ausencia. En un mercado transparente se beneficiaran, sin duda, todos los participantes: los supervisores, porque aumentará su credibilidad social, y no tendrán que ejercer de estado-policía, persiguiendo, sancionando y legislando a posteriori (poniendo parches). Las empresas emisoras, porque contarán con una fuente de financiación alternativa y a un menor coste. Los intermediarios, los auditores y los analistas porque no verán cuestionada su profesionalidad ni su buena fé (pagando justos por pecadores). Los inversores (institucionales o pequeños) porque verán incrementada la rentabilidad de sus carteras, y disfrutarán de un efecto riqueza que, en atmósfera de confianza es un circulo virtuoso. Y por último, la economía en general, porque dispondrá de un mercado de capitales líquido, eficiente y ágil, mediante el cual canalizar los flujos de ahorro e inversión, al cruzar la oferta y la demanda a precios competitivos a través de un mecanismo de formación, traslación y casación de órdenes (precios) visible y accesible para todos de manera simultánea (sin filtros de tamaño, ni circuitos privilegiados, ni desinformaciones).

Tomemos como ejemplo algunas de las normas de conducta establecidas por el supervisor de los mercados financieros en Gran Bretaña, la FSA, para las empresas de intermediación bursátil: Actuar con integridad, salvaguardar los intereses de sus clientes, y tratarlos de forma igualitaria y justa, gestionar con equidad los conflictos de interés, y en la elaboración de sus diagnósticos, tener en cuenta las consecuencias que pueden tener éstos para los clientes, que confían en el expertise del intermediario y el analista.

En tanto que empresa de servicios, la calidad de un mercado financiero puede venir dada por características (medibles): ejecución más rápida y más barata de las órdenes, formación eficiente de precios, ejecución óptima de las órdenes de los clientes y protección de los intereses de los inversores. Sin embargo, la supervivencia a largo plazo vendrá dada por su competitividad, y ésta, a su vez, por su liquidez, y ésta, a su vez, por la confianza mostrada por sus inversores.

Los inversores (con un nivel creciente de cultura bursátil) son personas que demandarán (por encima de ratios y rentabilidades) la actuación profesional de su intermediario, actuación coherente con determinados valores humanos (personales e intransferibles) tales como actuar de forma profesional, con integridad, responsabilidad y de forma ética, preservando siempre los intereses del cliente, por encima de cualquier presión económica o social. Sensu contrario, el castillo de naipes cae por su propio peso, como estamos viendo. Los valores humanos no se imponen ni se comparten coercitivamente, a golpe de norma; se nutren (sin garantías) en el proceso formativo de la persona. Por tanto, tampoco parece justo generalizar ni extrapolar, pagando justos por pecadores, las malas actuaciones de determinadas manzanas podridas, aunque sí las consentidas y apoyadas desde el sistema, para que no perjudiquen al resto del cesto.

Isabel Giménez Zuriaga
Directora General
Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros
igimenez@febf.org

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