El arte griego en la Bolsa

“Los números nos persiguen”. De este modo empieza el anuncio de una conocida marca de coches, pero esta afirmación podría aplicarse a la vida de cualquier persona, a la naturaleza o, incluso, a los mercados financieros. Más allá de la casuística, como es el hecho de que en los últimos días se haya hablado de Michael Jackson y el número 7 (el cantante firmó su testamento el 7 del 7 del 2002, era el séptimo de nueve hermanos, su nombre y su apellido tienen siete letras, su memorial se hizo el día 7 del séptimo mes del año, etc.), existe un número presente en todos nosotros, utilizado desde la antigüedad y empleado por algunos expertos en Bolsa. Se trata del número Phi (φ), también conocido como número áureo o de oro.

Nada tiene que ver con las coincidencias, muchas veces sorprendentes, extraídas de las fechas que han marcado la historia, como pudo ser el 11S: Tras el atentado, en Internet se difundieron una serie de ‘misteriosas’ casualidades resultantes de la suma de esa fecha, de las letras de la ciudad, del número de los aviones, etc. De hecho, también existe una película de Jim Carrey, “El número 23”, que resulta cuanto menos intrigante por las coincidencias que se pueden lograr aplicando diferentes cálculos a los dígitos que dan nombre al film.

Esto demuestra el interés que despiertan los números. Sin embargo, cada uno puede buscar a sus propios ‘perseguidores’. No hay más que tener un poco de paciencia y ganas de jugar con las cifras. En la historia de las Matemáticas, no obstante, encontramos otro número que capta una mayor atención, por lo menos, por ser más universal: la proporción áurea. Sus propiedades son aplicables a todos los seres humanos y está presente en fenómenos naturales de crecimiento tan dispares como las espirales de un caracol o del tronco de los árboles. Además, ha sido utilizado en la arquitectura, la escultura y el diseño para lograr la belleza perfecta.

El número áureo equivale a 1,61803398… y surge de la expresión matemática φ = (1+√5)/2. Se puede definir como aquel número que tanto si le sumamos uno como si lo elevamos al cuadrado sale el mismo resultado. Esta cifra, por ejemplo, la hallamos si dividimos la altura de nuestro cuerpo con la distancia existente entre el ombligo y la punta de los dedos o si dividimos la cantidad de abejas macho y hembra de un panal. Las relaciones entre las articulaciones en el hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci también están relacionadas con esta proporción. Asimismo, en la antigua Grecia, Phidias, autor de las estatuas de Atenas en el Partenón, lo consideraba clave como símbolo de la armoniosidad y de belleza. Posteriormente, también se dice que está presente en el diseño de las tarjetas de crédito, del New Beettle o del Ipod, por citar algunos casos.

Pues bien, en Bolsa el número es conocido porque es empleado en el análisis técnico para calcular los retrocesos de Fibonacci, basados en la secuencia de números presentada en el siglo XIII por el matemático Leonardo da Vinci Pisa (conocido como Fibonacci). Ésta se genera de forma infinita sumando dos números consecutivos para obtener el siguiente (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144,…). Una de las curiosidades de la secuencia es que el cociente de dos números consecutivos de la serie tiende al número áureo.

La secuencia de Fibonacci está relacionada al desarrollo progresivo de estructuras en crecimiento y su utilidad en el análisis técnico radica en las propiedades de los ratios que arroja. Sus defensores consideran que su aplicación en los mercados financieros tiene una importante probabilidad de éxito, especialmente en el Mercado de Divisas. Se basa, en parte, en que la sociedad es un sistema dinámico y que su comportamiento queda reflejado en los mercados financieros.

A grandes rasgos, la teoría de los retrasos porcentuales de Fibonacci consiste en que tras el periodo de movimiento del mercado en un sentido, los precios tienden a retrasarse en una parte de la tendencia anterior antes de retomar el movimiento en el sentido de la dirección original. Estas oscilaciones, en contra de la tendencia, suelen tener una dimensión predecible. De este modo, se crea una secuencia de retrasos porcentuales que señalan áreas de soporte teórico y resistencia, que son usados para marcar precios objetivo (target).

Ya sea por cuestiones de belleza, de naturaleza, por tendencias del mercado, o porque estos niveles funcionan porque mucha gente cree en ellos y compran cuando se supone que hay un soporte y venden cuando se supone que hay una resistencia, lo cierto es que la secuencia de Fibonancci tiene muchos defensores (y también detractores). A pesar de ello, hay que tener en cuenta que es una herramienta orientativa y no debería utilizarse como único instrumento para guiar una inversión. Dejando de lado el misticismo o interpretaciones poco ortodoxas del número Phi, su singularidad merece, por lo menos, prestarle unos minutos de atención. No es usual poder relacionar el arte griego o los cánones de belleza universales con los movimientos de la Bolsa de Valores.

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