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¿El dólar? no; ¿el euro?, tampoco

El debate sobre quién y cuándo sustituirá al dólar como moneda de reserva mundial es instructivo, pero podría ser prematuro. Sin embargo, lo que más llama la atención es que el euro no se postule como sucesor natural. Las cestas de monedas (SDRs), o la internacionalización del renminbi se han citado también, pero no son una alternativa razonable.

Deberíamos estar siendo testigos de la puesta de largo de la divisa europea, que ya es la segunda divisa mundial. El gap existente entre el dólar y el tamaño de la economía norteamericana está fuera de dudas. La crisis ha acelerado la caída de las acciones de los mercados de EE.UU y también de su PIB, y la falta de sostenibilidad fiscal están erosionando el atractivo de aquel país en el largo plazo.

A lo largo de estos diez años, el euro ha tenido un gran éxito entre los países miembros de la UE, sin embargo, a pesar de su apreciación, continua considerándose una moneda regional. La cuota de dólares en las reservas mundiales todavía es tres veces superior a la de euros. Durante la etapa más dura de la crisis, las instituciones internacionales con dificultades demandaron dólares, y la propia FED suministró via swaps una liquidez de 600 billones de dólares.

Existe especulación en torno a establecer el precio del petróleo en una divisa diferente al billete verde, pero tampoco hay evidencia de que el euro tome el relevo. El trafico de mercancías internacional fuera de la zona euro se continua realizando en dólares, quizás por efecto de la inercia, pero también por ser una moneda asequible, líquida y que ofrece claridad legal.

Según un libro editado recientemente por Jean Pisani-Ferry, director del think thank Bruegel y Adam Posen, del Petersen Institute, titulado “Euro at 10: the next global currency” una de las principales razones de esta situación podría ser que el euro no ha superado los límites de sus fronteras geográficas. Las condiciones de estabilidad de los tipos de cambios ERM-II y los criterios de Maastricht en cuanto a déficit, inflación y tipos de interés han limitado el acceso a la UEM. Estas restricciones, junto con la adopción unilateral del euro han aumentado el gap. La gestión de la crisis de las economías de Europa del Este desde el Fondo Monetario Internacional (IMF) ha reforzado la idea de que la estabilidad de la zona euro sería más frágil en el caso de extender su alcance.

Esta falta de liderazgo es una lacra porque las otras alternativas al dólar como moneda de reserva mundial son notoriamente peores. Las cestas de monedas son complicadas de poner en marcha, especialmente cuando incluyen monedas no convertibles. Su estabilidad se pone en duda sobre todo si dependen de acuerdos políticos. Y los SDR todavía no son una divisa real.

Sería mejor disponer de un turno de dominio para cada moneda de la cesta, favoreciendo una transición fácil a un régimen multidivisa. Esto sucedió entre la libra esterlina y el dólar, aunque la falta de interés del gobierno norteamericano por facilitar el proceso en los años 20 y 30 supuso un vacío de liderazgo, y una gran inestabilidad financiera. Por eso se teme que las reticencias del euro a la hora de ser la divisa global puedan conducir a una inestabilidad similar.

De hecho, según estos expertos, las medidas necesarias para asegurar el liderazgo mundial del euro son interesantes, no sólo para las economías europeas, sino también para sus gobiernos. La integración financiera debería completarse y basarse en una sólida supervisión europea. Además de ello, el gobierno de la UEM debería mejorar su gestión de la crisis, y el área del euro debería adoptar una estrategia más proactiva con respecto de la ampliación, así como para suministrar liquidez a los países asociados que utilicen su moneda. También se debería reforzar la base económica mediante una elevación de la tasa de crecimiento sostenible.

Todas las limitaciones a la productividad en el area del euro, la apertura y la gobernanza son factores que limitan el rol de Europa a escala global. Las obligaciones de los países europeos suponen una restricción al crecimiento de la zona de influencia del euro como divisa global. La ausencia del euro como alternativa al dólar muestra como los fallos internos ponen en peligro el futuro de la estabilidad monetaria a escala mundial.

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