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El legado de Charlie Munger

«Charlie me empujó en la dirección de no limitarme a comprar gangas, como me había enseñado Ben Graham. Éste fue su verdadero impacto. Fue necesaria una fuerza poderosa para apartarme de sus puntos de vista limitadores. Gracias al poder de la mente de Charlie amplié mis horizontes». W. Buffett

El pasado 28 de noviembre fallecía a los 99 años el polifacético Charlie Munger. Hombre renacentista: Abogado, físico, matemático y experto en meteorología; fue el socio y mano derecha de Warren Buffett.

En 57 años al frente de Berkshire Hattaway han conseguido una rentabilidad anualizada del 19,8%, frente al 9,9% generado por el S&P 500. Juntos, como las dos caras del dios Jano, han forjado la leyenda como mejores inversores privados de la historia, y los que más veces han batido al índice estadounidense S&P500, que según los gestores, es el índice más complicado con el que compararse.

Pero su principal legado no es el de amasar una gran fortuna, su sombra es mucho más alargada. Con el fallecimiento de Charlie hemos perdido a un genio y un hombre bueno. Ha dejado para la posteridad infinidad de citas, pues tenía el don de sintetizar grandes pensamientos en pocas palabras, siempre con su toque de humor.

En el campo de las inversiones lideró un gran equipo junto a Warren Buffett, convenciéndole para que comprara negocios de mayor calidad, aunque fuera a costa de pagar un poco más, su especialidad era localizar empresas infravaloradas por circunstancias del mercado pero que tuvieran un buen equipo gestor. Su sabiduría fue muy grande.

Munger convirtió la filosofía de inversión que guiaba a Buffett en la caza de «acciones de crecimiento de una sola decisión» con la intención de comprar y mantener para siempre. Esto es exactamente lo que Berkshire ha hecho con acciones como Coca-Cola y American Express, y empresas privadas como See’s Candies y GEICO.

Utilizando esta estrategia, Berkshire se liberó de las restricciones de la inversión en valor con grandes descuentos de Benjamin Graham. Aunque todavía se empleaba el análisis riguroso, Berkshire empezó a comprar acciones «totalmente valoradas» que tenían franquicias casi invencibles, como Apple, cuyo flujo creciente de beneficios y dividendos se convirtieron finalmente en máquinas de interés compuesto.

La otra gran estrategia de Berkshire fuertemente influenciada por Munger, fue la idea de jugar con las probabilidades utilizando el «flotante» de las primas de  compañías de seguros, como GEICO y National Indemnity, para magnificar enormemente los rendimientos de la cartera.

Charles Munger vivía en Los Ángeles, a 1.300 millas y dos horas de diferencia horaria de la sede de Buffett en Omaha, Nebraska. Munger resultaba, en apariencia más arrogante y erudito, mientras que Buffett tiene un perfil modesto y campechano. En ambos casos, dos mentes privilegiadas en asombrosa sincronía.

Charlie Munger era el realista por excelencia con el que Buffett ha puesto a prueba sus ideas durante décadas. «Charlie tiene la mejor mente del mundo. Va de la A a la Z en un solo movimiento. Ve la esencia de todo incluso antes de que termines la frase». En 1978 Munger fue nombrado vicepresidente de Berkshire Hathaway y en 1983 presidente de Wesco Financial Corp, una compañía financiera controlada en un 80% por Berkshire. También es director de Salomon Inc.

Para comprender la influencia de Munger en Buffett hay que recordar la evolución gradual de la filosofía de inversión de este último. El fenómeno Omaha comenzó como puro Ben Graham: comprar acciones baratas a precios de saldo si es posible y venderlas cuando ya no lo estén. Se descubre cuándo están baratas mediante un cuidadoso análisis del balance. Buffett aún sigue los preceptos de Graham del análisis cuidadoso, pero hace años que Buffett no compra acciones que, según los estándares de Graham, sean baratas en términos de activos, beneficios o flujo de caja. Tampoco busca, al estilo clásico de Graham, vender participaciones cuando éstas alcanzan al mercado.

A lo largo de los años, especialmente en las décadas de 1980 y 1990, Buffett se ha acercado más al concepto de valores de crecimiento de una sola decisión: comprarlos y mantenerlos para siempre, o al menos hasta que sus fundamentos se deterioren.

En 1988 Coca-Cola no era barata según los estándares convencionales, cuando Berkshire Hathaway la compró por primera vez. En The Street se la consideraba una acción excelente, pero totalmente valorada. Desde entonces, Coca-Cola se ha revalorizado cerca de un 600%, es decir, una tasa compuesta de rentabilidad anual de alrededor del 25%, pero Berkshire no ha vendido ni una sola acción.

Lo que distingue a Buffett y Munger del rebaño que fue a su perdición en 1974 con las 50 acciones de crecimiento de una sola decisión del Nifty es lo siguiente: al más puro estilo de Ben Graham, Buffett y Munger hacen sus deberes. Las selecciones de Berkshire Hathaway de una sola decisión –Coca-Cola, Washington Post Co., Geico, Gillette, Wells Fargo, Buffalo News y Dexter Shoes– se eligieron sólo tras un análisis exhaustivo de sus balances y de las tendencias sociales y económicas. Donde la mayoría de los analistas sólo veían valores consolidados, Buffett veía franquicias valiosas, inmunes a la inflación y capaces de un crecimiento continuado: máquinas de interés compuesto, en resumen. Nada de valores de moda efímeros como Avon Products o Xerox.

Buffett y Munger comparten un profundo respeto por el asombroso y misterioso poder del interés compuesto. De lo que poca gente se da cuenta es de que Buffett y Munger exprimen un poder adicional del principio de capitalización mediante el uso del apalancamiento.

«Comprender tanto el poder de la rentabilidad compuesta como la dificultad para obtenerla es el corazón y el alma de la comprensión de muchas cosas», decía Ch. Munger

Una vez al año, Warren y Charlie se sientan uno al lado del otro en el escenario de un auditorio de Omaha el día de la reunión anual de Berkshire Hathaway. A menudo se reúnen en Nueva York y California, o en Seattle con el íntimo amigo de Buffett, Bill Gates, de Microsoft. Pero durante la mayor parte del año sólo están conectados por teléfono. En sus llamadas telefónicas, Buffett es el selector de valores mientras que Munger es el escéptico, el abogado del diablo, contra el que Buffett pone a prueba sus ideas. No se puede saber si una idea tiene probabilidades de funcionar a menos que se tengan en cuenta todos los posibles aspectos negativos. No es que Munger sea un cascarrabias. Sus intercambios verbales estaban mechados de bromas. A pesar de todas sus diferencias superficiales, estos dos hombres tenían mentes similares. «Todo el que se dedica a un trabajo complicado necesita colegas», explicaba Munger. «Sólo la disciplina de tener que poner en orden tus pensamientos con otra persona es algo muy útil».

«¿Conoce el tópico de que los polos opuestos se atraen? Pues los polos opuestos no se atraen. Los experimentos psicológicos demuestran que son las personas que se parecen las que se atraen. Nuestras mentes funcionan de forma muy parecida».Ch.Munger

En estos duelos dialecticos, en caso de empate, decía Munger, Buffett ganaba. Tras dar vueltas al tema, Buffett tomaba la decisión final. «Muchas personalidades dominantes, como yo, nunca pueden desempeñar el papel de subordinados ni siquiera ante Warren, que es más capaz y dedicado que yo», dice Munger.

Esa última frase explica mucho sobre la personalidad de ambos. Munger era inmensamente obstinado. Sin embargo, estaba dispuesto a jugar un papel secundario. Subordinar opiniones fuertes y una personalidad poderosa requiere un alto grado de autodisciplina y objetividad. Objetividad es la palabra clave aquí. Significa despojar las decisiones de emociones, de esperanzas y temores, de impaciencia y autoengaño y de todos los elementos puramente subjetivos. Pocas personas tienen esta fortaleza. Munger sí la tenía. Ceder a veces ante Buffett requería, en palabras del propio Munger, «objetividad sobre el lugar que ocupas en el esquema de las cosas».

A lo largo de estos años, Munger y Buffett se han esforzado por eliminar las emociones ante las diferentes fases del ciclo.  Más a menudo de lo que han discrepado, Munger y Buffett solían ven las cosas exactamente igual.

Buffett es, con diferencia, el más rico de los dos con el 43,8% de Berkshire Hathaway, Munger poseía el 1,6%. Famoso por su filantropía, Munger donó cientos de acciones como donativos benéficos, por ejemplo al Hospital Buen Samaritano de Los Ángeles, a Planned Parenthood y a la Facultad de Derecho de la Universidad de Stanford, y fue el principal donante de un nuevo centro de ciencias en la Harvard-Westlake School, una escuela privada diurna de Los Ángeles.

Debe de haber algo en el aire o en el agua de Omaha. Aunque ambos se conocieron a finales de los años 50, la casa en la que creció Munger está a sólo 200 metros de la actual vivienda de Buffett.

La vida de Charlie Munger es un relato apasionante de un hombre hecho a sí mismo, de joven trabajó en la tienda de ultramarinos del abuelo de Buffett. Tras asistir a la Universidad de Michigan y al Instituto de Tecnología de California sin obtener un título, Munger sirvió como oficial meteorólogo en las Fuerzas Aéreas en la Segunda Guerra Mundial. Ingresó en la Facultad de Derecho de Harvard sin licenciatura, y se graduó en 1948. Sólo tenía 22 años cuando entró en Harvard, pero incluso para los estándares de esta arrogante institución Munger destacaba como un tipo inteligente, aunque algo pomposo y engreído. Un día, sin estar preparado para una lección, le dijo tranquilamente a su profesor: «Deme los hechos, y yo le daré la ley».

A diferencia de Buffett, Munger nunca se ha dedicado a tiempo completo a la inversión. Tras graduarse, rehuyó su ciudad natal y se fue a Los Ángeles, donde se incorporó a Musick Peeler & Garrett, el bufete de abogados que representaba a los ricos empresarios locales, entre ellos J. Paul Getty.

Más tarde, Munger formó su propio bufete, Munger, Tolles & Olson, que aún lleva su nombre en primer lugar. Es uno de los principales bufetes de California y representa a Southern California Edison y Unocal, así como a Berkshire Hathaway. En 1965 dejó de ser socio activo del bufete, aunque mantiene allí su oficina y sigue dando lecciones a los socios sobre la importancia de elegir a los clientes como amigos y no ir a por el último dólar.

Munger comenzó su carrera inversora independientemente de Buffett. Desde 1962 hasta 1975 dirigió Wheeler Munger & Co., una empresa de asesoramiento en inversiones, desde una oficina mugrienta en el edificio de la Pacific StockExchange. El historial de inversiones de Munger no igualó al de Buffett en aquellos años, pero obtuvo una rentabilidad compuesta muy respetable del 19,8% anual.

Munger no se convirtió en gran accionista de Berkshire Hathaway hasta finales de la década de 1970, cuando dos de sus participaciones. Diversified Retailing, y más tarde Blue Chip Stamps, se fusionaron en Berkshire. Después de eso, Buffett y Munger empezaron a conocerse mejor, y Buffett entró en su periodo más productivo.

Los dos han llevado vidas muy diferentes. Últimamente Buffett ha empezado a disfrutar de su popularidad, sin descuidar sus inversiones. Munger, como siempre, distribuyo su tiempo entre una amplia gama de actividades. «He intentado imitar, de forma pobre, la vida de Benjamin Franklin. Cuando tenía 42 años, Franklin dejó los negocios para centrarse más en ser escritor, estadista, filántropo, inventor y científico. Por eso he desviado mi interés de los negocios».

Sorprendentemente, ni Munger ni Buffett tienen mucho aprecio por Wall Street, a pesar de que han hecho allí sus fortunas. «En términos netos, el conjunto de las inversiones no aporta ningún valor añadido a los propietarios de carteras de acciones», afirmaba Munger. «Eso no es cierto en fontanería ni en medicina. Warren está de acuerdo conmigo al 100%. Sacudimos la cabeza ante los cerebros que se han dedicado a la gestión del dinero. Qué desperdicio de talento».

Munger comparaba invertir en bolsa con apostar en el hipódromo, donde es notoriamente difícil batir las probabilidades porque el hipódromo se lleva un % de cada dólar apostado.

«Batir los promedios del mercado, después de pagar costes y comisiones sustanciales, es muy difícil; sin embargo, unos pocos pueden hacerlo, sobre todo los que lo ven como un juego lleno de locuras con algún que otro error ocasional en el precio», afirma Munger.

¿Existe alguna contradicción entre este desdén por la inversión profesional y la brillante práctica de este arte por parte de Buffett y Munger? Por su respuesta puede deducirse que Munger reflexionó mucho sobre esta cuestión.

“Me uno a John Maynard Keynes en caracterizar la gestión de inversiones como una vocación pobre porque la mayor parte de ella consiste simplemente en estar alrededor de un universo perpetuo de acciones comunes. Las personas que lo hacen se anulan unas a otras. Observará que ninguno de mis hijos se dedica a la gestión de inversiones. Warren y yo somos un poco diferentes en el sentido de que realmente dirigimos empresas y les asignamos capital”.

«Keynes expió sus ‘pecados’ ganando dinero para su universidad y sirviendo a su nación. Yo hago mis actividades externas para expiar mis pecados y Warren utiliza su éxito inversor para ser un gran maestro. Y nos encanta ganar dinero para la gente que confió en nosotros desde el principio, cuando éramos jóvenes y pobres».

En opinión de Forbes, la conciencia social expresada por Munger es parte integrante de su éxito inversor, al igual que la de Buffett. Y así, estos complejos y envejecidos prodigios cuidan con esmero su máquina de interés compuesto, una creación conjunta de dos personalidades excepcionales. Otros podrán intentar duplicar a Berkshire Hathaway, pero no podrán duplicar a estas dos mentes excepcionales.

Con la marcha de Charlie Munger Warren Buffett pierde la mitad de su ecuación mágica, y los aficionados y estudiosos de las finanzas hemos perdido a uno de los mejores. Se apaga un faro, pero nos queda su sabiduría. Brindemos un homenaje a sus enseñanzas siguiendo sus postulados a la hora de construir nuestras carteras. A escala personal esforcémonos por seguir aprendiendo en diferentes ámbitos, vivamos con austeridad y ejerzamos la filantropía para generar una mejor sociedad.

Isabel Giménez Zuriaga

Directora General

Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros

igimenez@febf.org

Bibliografía:

Loomis, C.J (2014): Tap dancing to work: Warren Buffett on practically everything (1966-2013). Fortune Magazine Book.

Lowenstein, R (2008): Buffett: The Making of an American Capitalist.

Schifrin, M (1996): Charlie Munger, el socio no tan silencioso, Forbes.

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