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En el ojo del huracán

Desde que empezó la crisis financiera las Agencias de Rating o Calificación Crediticia han estado en el ojo del huracán. Su principal objetivo de calificación parece que ha pasado de recomendación a ratificación, ya que las decisiones que toman tienen una repercusión directa en los mercados. Prueba de ello ha sido lo que ha ocurrido esta semana con la deuda lusa y Bankia, que han visto bajar sus correspondientes calificaciones.

La necesidad de calificar las empresas nació a principios del S. XIX, cuando las compañías de ferrocarriles necesitaban inversores para continuar con sus planes de expansión. Éstos como desconocían la situación económica y financiera de las diferentes empresas acudían a este tipo de agencias, que tras realizar sus análisis emitían informes sobre la fortaleza financiera de las compañías. Los informes están basados en los datos que les facilitan las propias compañías, con las que mantienen un contrato, u obtienen de registros públicos. También sirven a los proveedores para estudiar acuerdos comerciales y así saber la solvencia de sus clientes.

El sistema de calificación utiliza códigos con las letras A, B, C y D, combinándolas en función del riesgo y el plazo. La mejor calificación es una triple A (AAA), y la peor una triple C (CCC). Si se trata de B, o BB, existe un nivel de riesgo más alto. C sería una muy mala calificación, que indica que pasa por graves dificultades financieras y tiene muy poca capacidad para reembolsar su deuda o pagar los intereses que ésta genera. CC y CCC serían muy malos indicadores llegando al nivel de los llamados bonos basura. También aparecen estás letras acompañadas de los símbolos +/-, como sistema de calificación intermedia entre los diferentes escalones de rating. En la actualidad existen cuatro agencias de calificación Stándar & Poor’s, Moody’s, Ficht y Dagong Global Credit. Todas son anglosajonas menos la última que es china y aunque utiliza el mismo código de calificación, los estándares utilizados para calcular la solvencia y estabilidad no siguen los mismos criterios.

Existen organismos con diferentes áreas de actuación que velan por el correcto funcionamiento de los mercados financieros mediante la supervisión y control a los operadores involucrados, no formando parte en la actualidad las agencias de calificación. Es por ello que la Unión Europea y Estados Unidos se encuentra reflexionando sobre la necesidad de supervisar la actividad de estas agencias, dada la trascendencia que sus opiniones tienen en los mercados financieros y sobre la capacidad de endeudamiento de los estados (deuda pública).

La asignación de un determinado rating no es una recomendación de compra o venta de activos si no más bien, la opinión sobre las expectativas financieras y de riesgo que está asumiendo la compañía objeto de análisis con su toma de decisiones. Su principal función es determinar una calidad de la deuda a emitir, es decir, establecer la probabilidad de impago de los intereses y capitales requeridos. En definitiva lo que se realiza es una evaluación del riesgo de las operaciones.

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