En esta crisis, no guardemos el dinero en el colchón

El año 2020 ha tenido un comienzo dramático con una pandemia mundial que se ha llevado por delante a numerosas personas en todo el mundo. Las familias sufren situaciones dramáticas en las que pierden a personas queridas y ni siguiera pueden despedirlos. Además de ello, los mercados financieros están ofreciendo jornadas frenéticas con caídas generalizadas y nerviosismo a flor de piel. Numerosos inversores han incurrido en pérdidas en la valoración de sus carteras, desconfían de las decisiones previas, y sienten que es el momento de deshacer posiciones y guardar el dinero el colchón. Este tipo de conductas viscerales no son racionales, y deben evitarse. La historia económica muestra como todos los cracks fueron seguidos por alzas en los mercados, si bien el ritmo de recuperación cambió en cada caso en función de la naturaleza y profundidad del shock que generó cada caída.

Dicen que la cuarentena genera tiempo libre, y ayuda a reflexionar. Si reflexionamos sobre nuestra filosofía de inversión mejoraremos nuestra educación financiera, y seguro que conseguiremos mayor rentabilidad en nuestras inversiones.

Como punto de partida, todo inversor debe saber que cualquier momento es bueno para comenzar una cartera de inversión, pero para conseguir objetivos de rentabilidad, conviene saber hacia dónde vamos (perfil de riesgo, plazo para la inversión). Si la mente está de vacaciones, los instintos nos dominarán, pudiendo derivar en un resultado económico catastrófico en nuestras carteras.

El capital que se asigne a una cartera de inversión debe ser un capital excedente, con el que no tengamos que afrontar pagos inmediatos en un futuro próximo, y debemos mantener un colchón financiero (liquidez) en nuestra cuenta corriente para atender posibles imprevistos (salud, familiares).

Una vez tenidos en cuenta estos aspectos procederemos a diseñar el reparto de la inversión, por ejemplo 50% renta variable, 50% renta fija, siendo conocedores del riesgo abierto de nuestra cartera (riesgo de cada tipo de activos ponderado por su peso en la cartera. Lo ideal es diversificar riesgos: geografia, sector, plazo, producto.. de manera que ante problemas en un país, en un sector o en un producto, el resto de la cartera aguante bien el temporal.

La selección entre valores y activos se hará mediante un análisis fundamental (modelo de negocio, ratios económicos), analizando la evolución histórica de cada empresa (valor actual) pero también la proyección futura de dicha empresa (generación de valor) para anticipar futuras subidas en su cotización.

Hay numerosos itinerarios de inversión, por ejemplo elegir el líder del sector, seleccionar futuros líderes, invertir en índices, por dividendos,… dependiendo de la estrategia, perfil de riesgo o plazo de inversión y lo mejor es disponer de educación financiera, formarse en finanzas para poder tomar decisiones correctas, o bien hacerse acompañar con un asesor financiero especializado para minimizar riesgos.

La inversión meditada y fundamentada debe rendir sus frutos a largo plazo, y no generar grandes sobresaltos. Sin embargo, no es infalible, por eso en aquellos casos en los que se hayan cometido errores conviene salirse cuanto antes para no seguir generando pérdidas a la cartera.

Los mercados financieros suelen ofrecer una valoración correcta de las empresas cotizadas. Dicha valoración suele tener una calidad razonable, excepto en circunstancias excepcionales (burbujas o cracks) en los que dicha valoración es errónea. La euforia y/o el pánico generan distorsiones que pueden arruinar a muchos inversores miméticos guiados por valoraciones erróneas.

Precisamente por ello, ante un shock externo como el sufrido en marzo del 2020 por el covid19, en el que hemos sido testigos de caídas de precios en todos los activos (renta variable, renta fija, petróleo, materias primas, oro), conviene que el inversor individual tenga en cuenta las siguientes reflexiones:

1. Si los valores en cartera son buenos, en el largo plazo se revalorizarán. En todo caso, los ajustes en la selección convendrá hacerlos cuando se retome la normalidad, en función de su comportamiento durante el shock podremos ver su fortaleza relativa.

2.Las caídas son más rápidas que las subidas, y generan estupendas oportunidades de inversión. De manera que en momentos de pánico los mercados no generan señales ni valoraciones fiables. Podemos identificar valores que históricamente nos gustaban, pero que encontramos caros, y que con la caída del mercado pueden ponerse a tiro a un precio razonable. Si los compramos debemos estar dispuestos a presenciar caídas en su precio en próximos días (no sabemos lo que durará el shock externo).

3. Evitar la tentación de hacer “market timing”. Las ventas con pérdidas no son aconsejables, y tan solo los inversores institucionales disponen de herramientas de análisis, potencia y rapidez como para hacer frente al mercado, los inversores individuales no.

4.En momentos de pánico vendedor, no mirar la volatilidad. Porque este indicador solo muestra el nerviosismo y los movimientos en el corto plazo, no una tendencia.

5.En tiempos de mudanza no conviene hacer cambios. De manera que si se han cumplido los parámetros de partida (inversión con capital excedente y en activos generadores de valor a largo plazo), lo mejor que podemos hacer es no angustiarnos, apagar el ordenador/tv y mantenernos alejados del mercado.

A vencimiento, ganará el inversor que seleccione bien cuando luchar y cuando no luchar. El inversor prudente debe disponer de una hoja de ruta previa, y entrar y salir de los mercados solo cuando las condiciones le sean propicias. La fortaleza mental del inversor es necesaria a lo largo de la vida de la cartera, pero sobre todo ante momentos de zozobra bursátil, llenos de cantos de sirena, en los que suele ser mejor comprar que vender.

Isabel Giménez

Directora General

Fundación De Estudios Bursátiles y Financieros.

Publicado en: ViaEmpresa

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