Con la salida a Bolsa de Fadesa, se vuelven a poner de relieve los atractivos y riesgos de invertir en empresas familiares. Existen numerosas empresas -muy diferentes entre sí- con participación clave de familias en la Bolsa española (Abengoa, Acciona, Adolfo Domínguez, Azkoyen, Barón de Ley, Campofrío, Cortefiel, CVNE, Dogi, Ebro Puleva, Ferrovial, Inditex, Mecalux, Nicolás Correa, Prosegur, Sol Meliá, SCH, Popular, Zeltia, Pescanova, Uralita y Catalana Occidente).
Para un inversor, entre los principales aspectos positivos de una empresa familiar cotizada estarían disponer de un núcleo estable del capital a largo plazo, y vinculación de accionistas de control y directivos en el proyecto. Si el talón de aquiles de los mercados financieros es la hegemonía del denominado capital transeúnte, en el caso de las empresas familiares cotizadas, sus precios suelen tener menor volatilidad.
En cuanto a los contras, a corto plazo, pueden ser la prima de riesgo y la liquidez, si hay menor free float. Además de ello, está el periodo de maduración de las inversiones, que suele ser más largo, ya que los accionistas de referencia y los directivos suelen implementar estrategias de largo plazo, que priman la estabilidad y el crecimiento sostenido frente al crecimiento agresivo.
Sin embargo, las mejores empresas familiares son las que en su gestión no son tratadas como empresas familiares, sino, simplemente, como empresas. De hecho, las empresas familiares que cotizan en Bolsa no muestran al mercado demasiadas particularidades, ya que son medidas en función de parámetros económicos y de gestión, no por los apellidos de sus ejecutivos.
A la hora de repartir dividendo, las empresas familiares, en tanto que empresas con vocación de largo plazo, abogan más por una revalorización de la acción y la pervivencia de la empresa que por una política de reparto de dividendos.
Pero el principal condicionante para el reparto del dividendo suele ser la estructura de su capital, es decir, en empresas familiares con el capital disperso, la existencia de miembros de la familia sin participación activa en la gestión de la empresa puede hacer que reclamen su rentabilidad vía dividendo. El otro factor clave es el sectorial, ya que el reparto de dividendo es más propio de commodities y de sectores maduros y regulados (autopistas, energía, bancos). En este sentido, el SCH o el Popular son ejemplos de empresas familiares cotizada, que reparten dividendo, en buena medida, porque el sector bancario es más proclive a ello, no por una necesidad de liquidez de la familias que son accionistas de control.
En cuanto al endeudamiento, en líneas generales, las empresas familiares suelen tener un menor nivel de deuda, al tener una mayor concentración del capital, menor free float, menor crecimiento y menor riesgo, a cambio de más estabilidad en el modelo de empresa, en la implementación de la estrategia y en su base de accionistas. En algunos casos, están menos endeudadas e invierten en sectores con menos riesgo, al ser más conservadoras, pero en otros, sus tasas de endeudamiento son tan altas como las del resto de empresas cotizadas. También depende de la etapa de desarrollo de la empresa en la que estén.
Si las familias disponen de participaciones mayoritarias, tienen un mayor componente especulativo. Ahora bien, en toda empresa cotizada existen diferentes tipos de accionistas: en función del tamaño de su participación, accionistas particulares e institucionales; en función del periodo por el que quieran entrar, accionistas con vocación de quedarse, y accionistas más impacientes. La diversificación del accionariado es ley de vida en los mercados financieros.
Su prima de riesgo suele ser más alta a la media del mercado por tener menor liquidez. Por esta razón algunos inversores institucionales no entran. En determinados casos, a los inversores particulares les puede costar dinero una liquidación apresurada de la participación, o más tiempo, si quieren salir a buen precio. A veces, invertir no es tan fácil como en un blue chip.
El hecho de ser seguidas por un menor número de analistas puede ser un handicap a priori, pero sólo si se delega la inversión en los analistas más acomodaticios. Un inversor que conozca mínimamente los mercados financieros, a la hora de diversificar, aumentará su inversión en valores medianos, porque le puede dar valor añadido.
De hecho, una tendencia creciente en las casas de análisis es la de estudiar el segmento de valores con mediana capitalización (small y medium caps), ya que pueden ofrecer revalorizaciones mayores en etapas de mercado con mayor inestabilidad o sin tendencia clara. En algunos ejercicios económicos (2001, 2002) los valores medianos han ofrecido mejores resultados que los bluechips, e incluso se ha llegado a hablar de las empresas familiares cotizadas como valores refugio. Recordemos que la OPV más rentable de los años 90 en la bolsa española ha sido la de CVNE, empresa familiar de tamaño mediano.