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La cigarra y la Hormiga

El 11 de septiembre ha supuesto un shock negativo al sobrevolar sobre la economía mundial un sentimiento de incertidumbre general. El cada vez mas cuestionado mantenimiento del precio del petróleo no ha impedido una corrección de las expectativas de crecimiento a nivel mundial y la globalización es el chivo expiatorio que justifica que la recuperación de las economías europeas dependa de la recuperación de los EE.UU.

Existe una gran preocupación acerca de la efectividad de los decrecientes tipos de interés en los EE.UU., históricamente muy relacionados con la posición financiera de las familias norteamericanas, muy endeudadas, y las proyecciones futuras de inversión de capital.

Las cautelas acerca de la efectividad de la política monetaria norteamericana, desaparecen al mirar las economías de la eurozona, donde no ha habido exceso de inversión industrial, mas bien al contrario, y el poder adquisitivo de las familias goza de muy buena salud. Existen pocas razones objetivas para que la economía de la eurozona no reaccione de forma positiva ante las sucesivas bajadas de tipos de interés realizadas recientemente desde el Banco Central Europeo.

El crecimiento del consumo de las familias europeas durante los últimos años ha sido a una tasa anual del 2,9% de media, reducido en comparación con el crecimiento de las familias norteamericanas, a un 5,1% anual. Los principales factores que han apoyado este crecimiento han sido los siguientes: crecimiento del empleo, reducción del ahorro, inflación contenida y un moderado crecimiento de los salarios.

Pero a mediados del año 2001 fuimos testigos de una rallentización en el crecimiento del consumo de las familias europeas, motivada por un crecimiento de los precios y una reducción de los ingresos reales (capacidad adquisitiva) que trataron de paliarse mediante una reducción de los impuestos.

En los próximos meses, la evolución de este consumo vendrá directamente relacionada con factores macroeconómicos (cifras de empleo) y psicológicos (ahorro privado).

Existen circunstancias, como los indicadores macroeconómicos recientemente publicados en Alemania, de empleo y de confianza empresarial, que invitan a pensar en que el crecimiento del empleo en la zona europea en próximos meses va a ser menor. Estos indicadores añaden incertidumbre al panorama de las familias europeas que, bajo este clima, probablemente aumenten sus tasas de ahorro privado.

En este contexto, existen características diferenciales de la economía norteamericana y la de la eurozona, que cabe traer a colación, para no elaborar hipótesis erróneas. La economía norteamericana muestra una mayor dependencia (75%) entre su demanda privada y su crecimiento económico (PIB) que la economía de la eurozona. Durante la década de los 90, la reducción del ahorro privado norteamericano ha duplicado en magnitud a la reducción del ahorro privado en Europa. Y además de ello, no está tan claro en Europa que un aumento del ahorro privado tenga una influencia directa sobre el consumo privado, existen otras circunstancias complementarias a tener en cuenta, que pudieran actuar como factores atenuantes.

A pesar de que el pasivo de las familias de la eurozona ha llegado hasta el 80% del PIB, continúa siendo menor al de EE.UU., situado por encima del 100% del PIB, de manera que todavía continuamos disponiendo de margen de recorrido en la demanda privada.

Sin embargo, la situación específica de la economía alemana, debido a los costes de la reunificación, es sensiblemente peor. De manera que, paradójicamente, el país que preconizo las bondades del rigor estadístico, introduciendo el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, puede ser el más perjudicado por el cumplimiento estricto de sus preceptos.

Las familias de la eurozona son, mayoritariamente, hormiguitas ahorradoras cedentes de créditos. Debido a ello, los consumidores de la UEM muestran una situación confortable cuando analizamos sus deudas a corto plazo (7% de los activos líquidos), Alemania está diferencialmente más endeuda, con un 9%, frente al 34% de los Estados Unidos. La tasa de servicio de la deuda es también menor en la eurozona que en Estados Unidos, debido a su menor endeudamiento relativo.

Del mismo modo, las familias europeas se encuentran menos expuestas al riesgo de los mercados de capitales que las de los Estados Unidos. A modo de ejemplo, en Alemania o Francia las acciones son un 5% del total de activos de las familias, frente al 20% de Estados Unidos.

Por todo lo anteriormente enunciado, durante los próximos meses deberemos tener en el punto de mira la evolución del consumo, el ahorro y el empleo si queremos entender el comportamiento global de las familias europeas como agente económico. Su reacción en bloque afectará en gran medida a la eficacia de las políticas monetaria y fiscal instrumentadas desde la UEM.

Aunque los riesgos de corto plazo para el consumo privado continúen por el lado de la demanda, existirá un cierto colchón en la posición financiera de las familias de la eurozona. Su tasa de ahorro privado -aunque menor- continúa saludable, la deuda reducida, y existe relativa poca presión financiera en el corto plazo; además de ello, tienen una menor exposición al riesgo de los mercados de capitales. Mas allá del estancamiento del ciclo económico, los consumidores de la europeos no tienen porque no reaccionar positivamente a las políticas acomodaticias. Todo ello dependerá, en gran medida, de la estabilidad del entorno macroeconómico internacional. Peor aspecto muestra como enfermo la cifra de inversión industrial en la eurozona, afectada ya muy negativamente, sin haber tenido en cuenta, por ejemplo, las buenas cifras, recientemente publicadas, de venta al por menor.

Si en la fábula de la cigarra y la hormiga permanecía la primera ajena a las inclemencias temporales, disfrutando del ocio y el sol, mientras la segunda, previsora, acumulaba víveres en preparación de la llegada del invierno, en la economía real ambas conductas suponen luces y sombras, al afectar a la recuperación económica de modo contrapuesto, como sujeto (la cigarra) y objeto (la hormiga). El miedo al mimetismo con la economía japonesa, siempre patológicamente ahorradora, está a la orden del día.

El secreto de la pócima es armonizar globalmente los indicadores macroeconómicos clave (PIB, inflación, consumo, ahorro e inversión). Cualquier análisis o medicina parcial generarán disfunciones.

Isabel Giménez Zuriaga
Directora General
Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros
igimenez@febf.org

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