A pesar de que no existe una fórmula definida que asegure el éxito empresarial, la mayoría de expertos coinciden en que la base que asienta un negocio capaz de alcanzar el éxito son una idea genial y un buen saber hacer o know-how.
No todo emprendedor con ganas y recursos tiene una idea genial que desarrollar o experiencia en el saber hacer empresarial, por lo que en muchas ocasiones el negocio fracasa o tan siquiera se llega a iniciar por miedo del empresario a que esto ocurra. A esto hay que sumarle, los tiempos turbulentos en los que nos encontramos, donde invertir se hace, cuanto menos, peligroso.
¿Se puede conseguir la fórmula para tratar de garantizar el éxito? Sí, se llama franquicia, y se puede comprar.
La franquicia es un tipo de contrato que se utiliza en comercio, y consiste en que una parte, franquiciador, cede a la otra, franquiciado, la licencia de una marca así como los métodos de hacer negocio. El pilar de la franquicia se basa en aprovechar la ventaja competitiva del franquiciador que ha conseguido, como empresario, en el mercado ya sea como marca, know-how, ámbito geográfico o coste.
El sistema de franquicia se popularizó en Estados Unidos después de la II Guerra Mundial. Las empresas necesitaban expandirse rápidamente por todos los mercados, y los inversores participar en la vida económica del Estado. Este nuevo modelo de hacer negocio llega a Europa en los años 70, y a España una década después.
Actualmente, nuestro país es uno de los líderes en franquicias. Por lo que respecta al número de establecimientos franquiciados, que crece año tras año, así como al número de franquicias españolas fuera del país.
Tradicionalmente, McDonald’s, Burger King o Kentucky Fried Chicken, fueron las franquicias de éxito, todas ellas pertenecientes al fast-food, a nivel internacional. Hoy en día, lo siguen siendo, sin embargo, el caso Zara, del gallego Amancio Ortega, se consagra como el ejemplo por excelencia de enseña española, situándose como una de las mejores marcas mundiales.
En toda franquicia, el propietario es responsable de la marcha del negocio, pero el que le otorga el derecho de franquicia, mantiene el control sobre la forma de comercializar los productos y sobre la idea básica de negocio.
Las diferentes franquicias presentan en esencia la misma característica: basan su atractivo en la seguridad que propician al emprendedor a la hora de establecer su negocio. Sin embargo, ésta no es la única ventaja que se deriva de franquiciar, existen otras también a tener en cuenta:
El emprendedor puede medir el grado de éxito de la idea de negocio ya que está en funcionamiento.
El adquiriente de la franquicia se beneficia de las promociones realizadas por el franquiciador para dar a reconocimiento a la marca.
El franquiciador, a no ser que se trate de uno de los tipos alternativos de franquicia, incluye en el contrato, soporte al negocio, como entrenamiento y ayuda en incidencias.
El franquiciado suele tener derechos exclusivos en un área geográfica determinada.
La financiación suele ser más fácil de obtener.
El riesgo se reduce y es compartido entre el franquiciado y franquiciador.
La base de clientes ya está creada.
Las relaciones establecidas con los proveedores.
Pero a cambio de estas ventajas, el franquiciado paga un precio elevado por esta forma de hacer negocio, comenzando con el coste. El adquiriente del contrato abona una cuota inicial, que varía en función del negocio a franquiciar, pero que suele ser, cuanto menos considerable. Este gasto no es el único, ya que periódicamente, tiene que transferir los llamados royalties, además de comprar los productos que el franquiciador ofrece.
El precio que paga el franquiciado no sólo reside en el coste del contrato, si no en la falta de potestad para decidir sobre la marcha de su propio negocio. El propietario es dueño pero no toma decisiones. Además el traspaso o venta, no es tarea fácil ya que el comprador en cuestión deberá ser aprobado por el franquiciador.
El sistema de franquicia en nuestro país se ha consolidado, en los últimos años, como una de las fórmulas de comercialización preferidas por los inversores. La seguridad ahora se llama franquicia, y se compra cara. A pesar de su elevado coste, es la característica que hace atractivo este contrato. Sin embargo, la seguridad se traduce en bajo riesgo, y el bajo riesgo en baja rentabilidad.
Para muchos inversores, es una de las mejores fórmulas del éxito para un negocio. Ahora bien, un emprendedor, antes de iniciar un negocio, debería plantearse lo que significa para él la palabra éxito. Si lo entiende como una forma de hacer negocio, con una seguridad considerable, una rentabilidad media y una libertad limitada, entonces sí que podría ser la franquicia su fórmula del éxito, y debería plantearse franquiciar como una opción de negocio. Es recomendable no dejarse arrastrar por la fiebre de franquiciar que se ha desatado en los últimos tiempos, ya que como para cualquier tipo de negocio, el éxito garantizado no existe, ni todo inversor tiene el mismo perfil ni los mismos objetivos comunes.