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Lecciones aprendidas

En el aniversario de la caída de Lehman Brothers debemos repasar uno de los episodios más dramáticos en la historia económica de los Estados Unidos; la intervención gubernamental masiva del sector financiero no tiene precedentes, y supondrá, necesariamente, un cambio de perspectiva.

Para numerosas personas, la caída de Lehman es un buen chivo expiatorio. Si el Gobierno no hubiera dejado quebrar ninguna institución financiera “sistemáticamente” importante habríamos evitado buena parte de la caída del 45% en el índice S&P500, el 4% de caída del output, la subida del desempleo hasta el 9,7% desde el 6,2% y los 784 billones de “estímulo” para el sector financiero que han conducido a un déficit público de 1,59 trillones de dólares.

Pero esta historia es falsa, porque esta quiebra no fue un hecho aislado, sino un movimiento más dentro de un horizonte de sucesivas quiebras de instituciones financieras. Dos semanas antes, el 7 de septiembre, el Gobierno intervino Fannie Mae y Freddie Mac, evaporándose buena parte de su valor contable. Y el propio 16 de septiembre hizo lo propio con AIG, prestándole 85 billones de dólares. El 25 de septiembre Washington Mutual, el sexto mayor banco nacional, fue comprado por el FDIC. El 29 de septiembre Wachovia Mutual, el séptimo fue vendido para evitar un problema similar. Todo esto hubiera ocurrido independientemente de la suerte de Lehman. Entretanto, la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro fueron al Congreso a solicitar 700 billones de dólares para el Programa TARP.

¿Todos estos eventos se hubieran evitado si se hubieran congelado las ayudas a la banca comercial?. Según un estudio de los Profesores Cochcrane y Zingales de la Universidad de Chicago las alarmas de riesgo (en el mercado de CDS) no se dispararon hasta después de hacer público el programa TARP, quizás porque todo el país se percató del pánico sembrado en sus principales autoridades económicas.

De lo sucedido se puede inferir que, efectivamente, las entidades financieras de EE.UU. atravesaban una situación muy grave, y los flujos de operaciones interbancarias para aquel periodo lo confirman.

Respecto a si la ayuda conferida a Lehman pudiera haber evitado dicho colapso, parece claro que la quiebra era un hecho, y que los mercados son conscientes de que no se puede ni se debe ayudar a todas las entidades, aunque solo sea por evitar el riesgo moral. Después de todo, el rescate de Bear Sterns, en el pasado mes de febrero acaso supuso posponer un problema todavía peor.

Si analizamos la situación con algo más de profundidad, veremos como no se debe intervenir toda entidad con problemas. Desde la caída del Banco Continental Illinois en 1984, la crisis de S&L a finales de los 80, la quiebra del mercado de bonos americanos en los 90, la crisis asiática de 1997, o el colapso del LTCM en 1998 las entidades financieras han entrado en una carrera feroz de toma creciente de riesgos, pero sus obligacionistas continúan a salvo.

Esta crisis puede poner, por fin, al gobierno contra las cuerdas del límite fiscal. La próxima crisis puede superar la capacidad de cualquier gobierno. Según los profesores Cochcrane y Zingales, los grandes bancos cuentan con que, pase lo que pase, sus gobiernos les echarán una mano, así que van aumentando su tamaño, y haciéndose más globales, para evitar que su caída pase desapercibida. Obtienen grandes beneficios con sus operaciones de trading, beneficios que un buen día podrán ser, igualmente, pérdidas. Si las operaciones bancarias y de intermediación son sistémicamente importantes, no se vincularán al “proprietary trading”. Los planes de reforma del sector financiero no incluyen cambios en este sentido, en lugar de ello, esperan regular sus posibles efectos inducidos.

La denuncia de la quiebra de Lehman supone una peligrosa autocomplacencia para las entidades financieras. Si la caída hubiera sido simplemente un error gubernamental, volverían a cometerse los mismos errores, sino peores. Esta, sin duda, es una lección para los grandes bancos que dominan el lobby financiero, y absuelve a la Fed y al Tesoro de enfrentarse a su largo abanico de errores políticos.

Los profesores de la Universidad de Chicago no dicen que las cosas podrían haberse hecho mejor. Un sistema financiero con tantísimo poder concentrado entre tan pocas personas, con tan poca normativa, y tantos claroscuros, en el que las crisis se solucionan a golpe de conference calls, no permite milagros. El problema del alcance de los bonus no fue tan grave como la intención de dichos bonus.

Acusar al gobierno norteamericano de precipitar la crisis por no haber rescatado a Lehman Brothers nos llevará a pensar, erróneamente, que el sistema funciona, y no podemos permitírnoslo si queremos una verdadera reforma.

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