Las ofertas de compra de dos de las principales bolsas europeas (Euronext y Deutsche Börse) por la Bolsa de Londres son una carrera en busca de la liquidez. El santo grial de los mercados financieros no es otro que conseguir el mayor número posible de emisores activos y ser atractivos a los ojos de los inversores. De todas las bolsas europeas, la que mejor conoce los secretos de cocina es, sin duda, la bolsa de Londres.
Ahora bien, aunque los británicos sean la primera bolsa europea en volumen de negociación, lo cierto es que en capitalización bursátil están todavía por detrás de las dos ofertantes. En buena parte debido a que sus costes fijos todavía son altos, y existen posibilidades de realizar economías de escala. Desde hace varios años, el mercado británico esta aislado, y sufre en su propia casa la competencia de sus rivales, al ser uno de los menos eficientes y carecer de mercado propio en productos derivados ni cámara de compensación (ambos en poder de Euronext).
Pero los atractivos de la Bolsa de Londres, que han hecho acumularse las ofertas, paradójicamente, no parece residir en el equipo gestor de la propia bolsa, sino más bien en su barrio, la city y los más de 200 años de banca de inversión exitosa. Su regulación financiera y su régimen de gobierno corporativo son ampliamente respetados. Además de ello, su actitud respetuosa para con los accionistas en lo que respecta al control de las empresas y el hecho de que los extranjeros pueden comprar empresas británicas simplemente pagando por ellas la diferencia de Europa. Londres también es la base europea de la banca de inversión mundial y de la gestión de fondos. Esto supone que las empresas son seguidas de cerca y sus gestores son muy conscientes de lo que piensan los inversores. La Bolsa de Londres es más bien beneficiaria (objeto) que partícipe (sujeto) de todo ello. Recientemente, ha perdido su potestad regulatoria, y su papel a la hora de promover la cultura accionarial británica es simbólico.
Sin embargo, la iniciativa de crear el segmento de bolsa para pymes (AIM) ha sido un gran éxito, sin poder emularse, hasta la fecha, en ningún otro país europeo, principalmente debido a la cultura financiera londinense.
A favor de la oferta de Euronext: Compartir infraestructura en los procesos de compensación (a través de LCH Clearnet) y de liquidación (mediante Euroclear Crest). Además de ello, desde 2001, Euronext controla Liffe, el mercado británico de productos derivados, concentrando la negociación de numerosos futuros y opciones sobre valores británicos.
A favor de la de Deutsche Börse: Las buenas relaciones de los equipos gestores de ambas bolsas. No en vano, ya hubo antecendentes de acercamientos con el proyecto iX, anunciado oficialmente en mayo del 2000, que planeaba la fusión de la bolsa alemana, la británica y Nasdaq (53% de la negociación del continente europeo, y ahorros de costes de 80 millones de euros anuales). Este proyecto fue sorpresivamente roto en septiembre del 2000 por la Bolsa de Londres, al simultanearse una opa hostil por parte del grupo sueco OM.
La Bolsa de Londres ha manifestado públicamente que cualquier oferta no es aceptable, al menos en la medida en que el mercado resultante genere sospechas en cuanto a competencia, y en este aspecto, la bolsa alemana, con su estructura de silo vertical (integrar en una mismo holding la negociación de valores y la compensación y liquidación) supondría más de un interrogante para los usuarios, por la posibilidad de entorpecer la creación de un mercado transfronterizo más eficiente, y reducir costes. La concentración de excesivo poder en pocas manos hace aflorar el miedo a la generación de una especie de monopolio bursátil europeo, que controle a su antojo las tarifas.
Sin embargo, lo cierto es que la fuerte competencia ejercida por los mercados estadounidenses obligará a acelerar la esperada consolidación europea en condiciones de competencia, si Europa quiere evitar seguir perdiendo terreno.
Entretanto, la Bolsa de Londres, con un gap tecnológico por cubrir, se deja querer, y más de uno se plantea si los rumores de opa lanzados el pasado mes de octubre fueron inducidos deliberadamente para “calentar” el valor, y de este modo, mejorar las ofertas, dado lo predecible del interés de Europa continental por mover ficha cruzando el canal de la Mancha.
O quizás, la Bolsa de Londres ha hecho suya la letra de la copla, diciendo aquello de: “Con los años y la vida, ha cambiado mi querer, y ahora busco de sus labios, lo que entonces desprecié. De todo lo del mundo sería capaz, con tal de que el cariño volviera a empezar. Por lo que más quieras, sécame este llanto, maldigo la hora en que te dije: «¡No me quieras tanto!».
Como en todos los movimientos internacionales de empresas, algunos expertos han advertido de los peligros de la venta de la Bolsa de Londres para la competitividad de la economía británica, pero resulta difícil de creer que cualquier propietario, máxime con las primas que se están barajando, tome medidas que perjudiquen el “savoir faire” de una bolsa que viene consiguiendo, contra viento y marea, un goteo constante de emisores. Más bien parece que quieren aprender de cerca para poder extender una receta, hasta la fecha, anglosajona.