A diario, sin darnos cuenta, tomamos decisiones a corto plazo, valorando pros y contras. En las empresas u organizaciones ocurre lo mismo. Pero cuando se trata de decisiones a largo plazo se deben tener en cuenta muchas más variables y factores que pueden afectar a las decisiones futuras. Por ello, para hacerlo correctamente, antes de decidirnos por algo, debemos realizar una planificación estratégica sobre lo que se va a tratar, y en este caso, el tema es el futuro de la organización.
La «planificación estratégica», está de moda desde hace varios años. Pero, ¿qué significa exactamente planificar? Y ¿estrategia?.
Planificar es prever y decidir hoy las acciones que nos pueden trasladar desde el presente hasta un futuro deseado. No se trata de predecir del futuro sino de tomar las decisiones pertinentes, con la suficiente antelación, para que ese futuro ocurra.
La planificación estratégica debe ser entendida como un proceso participativo, que no va a resolver todas las incertidumbres, pero que permitirá trazar una línea de propósitos para actuar en consecuencia. La convicción acerca de que el futuro deseado es posible, permite la construcción de una comunidad de intereses entre todos los involucrados en el proceso de cambio, resultando ser un requisito básico para alcanzar las metas propuestas.
El proceso de planificación así entendido, debe comprometer a la mayoría de los miembros de una organización, ya que su legitimidad y el grado de adhesión que concite en el conjunto de los actores dependerá en gran medida del nivel de participación con que se implemente.
El concepto de estrategia, históricamente, ha estado ligado a la dirección de operaciones militares destinadas a lograr objetivos preestablecidos. Obviamente en este caso es relacionada, más bien, con un conjunto de decisiones y criterios por los cuales una organización se orienta hacia la obtención de determinados objetivos.
El concepto de estrategia que estamos asumiendo, involucra el propósito general de una organización y establece un marco conceptual básico por medio del cual, ésta se transforma y se adapta al medio en que se encuentra, frecuentemente afectado por rápidos y continuos cambios.
En el concepto de estrategia, vinculado a la planificación, se consideran varias dimensiones con las cuales se puede conformar una definición global. Así por ejemplo, la definición de los objetivos y sus correspondientes estrategias permitirá seleccionar las actividades prioritarias para el mejoramiento del servicio u organización y aprovechar las ventajas que aparezcan relacionadas con su actividad.
Así pues, el concepto de planificación estratégica está referido principalmente a la capacidad de observación y anticipación frente a desafíos y oportunidades que se generan, tanto de las condiciones externas a una organización, como de su realidad interna. Como ambas fuentes de cambio son dinámicas, este proceso es también dinámico.
La planificación estratégica no es una enumeración de acciones y programas, detallados en costos y tiempo, sino que involucra la capacidad de determinar un objetivo, asociar recursos y acciones destinados a acercarse a él y examinar los resultados y las consecuencias de esas decisiones, teniendo como referencia el logro de metas predefinidas.
De este modo, podemos comenzar a definir la planificación estratégica como un proceso y un instrumento. En cuanto proceso se trata del conjunto de acciones y tareas que involucran a los miembros de la organización en la búsqueda de respuestas respecto al quehacer y estrategias adecuadas para su perfeccionamiento. En cuanto instrumento, constituye un marco conceptual que orienta la toma de decisiones encaminada a implementar los cambios que sean necesarios.
En ningún caso es un recetario, ni constituye la solución a todos los problemas o preocupaciones de una institución. Sin embargo podemos describir el proceso de planificación estratégica como el desarrollo de una visión para el futuro de la organización.
En principio esta visión de futuro debe contemplar dos aspectos:
• Describir lo que la organización debería ser en el futuro, usualmente dentro de los próximos 2 a 3 años. Esto implica identificar cuál es la misión los objetivos, los recursos necesarios, etc.
• Determinar cómo se logrará que la organización alcance ese futuro deseado.
Una de las funciones instrumentales de la planificación estratégica es hacer un balance entre tres tipos de fuerzas:
• La misión de la organización.
• Las oportunidades y amenazas que enfrenta la organización y que provienen del medio externo.
• Las fortalezas y debilidades del ambiente interno de la organización.
Si no hay suficiente coincidencia entre la misión de la organización, sus capacidades y las demandas del entorno, entonces estaremos frente a una organización que desconoce su real utilidad. Por el contrario, un claro sentido de lo que es la misión, permite guiar las decisiones sobre qué oportunidades y amenazas considerar, y cuáles desechar.
Un efectivo plan estratégico ayuda a balancear estas tres fuerzas, a reconocer potencialidades y limitaciones, a aprovechar los desafíos y a encarar los riesgos.
Por tanto, la Planificación Estratégica es una poderosa herramienta de diagnóstico, análisis, reflexión y toma de decisiones colectivas, entorno al quehacer actual y al camino que deben recorrer en el futuro las organizaciones e instituciones, para adecuarse a los cambios y a las demandas que les impone el entorno y lograr el máximo de eficiencia y calidad de sus prestaciones.
Lucía Ballester Cañizares
Responsable de Calidad
Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros
lballester@febf.org