“Las causas de la inflación no son múltiples y complejas, sino simplemente el resultado de la excesiva impresión de dinero”. Henry Hazlitt.
La Reserva Federal sigue subiendo los tipos de interés como un robot programado, independientemente de las consecuencias que tengan sobre los mercados financieros.
En contraste, el BCE parece estar buscando el interruptor de «apagado» en las subidas de los tipos de interés, aunque mantenga la intención de endurecer aún más la política monetaria, con discusión abierta sobre la limitación y efectos de dichas subidas.
Si -como algunos banqueros centrales creen- la inflación está ocasionada por las presiones de la demanda, derivadas de los costes laborales, el aumento de los tipos de interés debería debilitar el mercado laboral y reducir dichos costes. Pero los salarios reales son casi negativos en todo el mundo desarrollado, exactamente lo contrario de la espiral de costes/precios salariales de la década de 1970.
Otros creen que la inflación actual está principalmente impulsada por la expansión de las ganancias, con algunas empresas convenciendo a los consumidores de aceptar aumentos de precios. De ser así, la política necesita un objetivo diferente. Si la demanda se debilitara, la expansión de las ganancias no continuará.
Los mercados laborales más débiles debilitarían la demanda, pero también lo harían otras cosas: El miedo al desempleo, la reducción del acceso al crédito, un mayor coste del crédito, los efectos negativos sobre los precios de la vivienda (y posiblemente también, sobre los mercados de valores) o los “animal spirits” más débiles también pueden ralentizar la demanda.
Si la inflación está más impulsada por las ganancias que por el trabajo, la decisión de subir los tipos de interés de los bancos centrales no tiene que depender del desempleo. En lugar de ello, deberían centrar su atención en la futura demanda de los consumidores.
En los manuales de economía se nos explica como la inflación es una subida generalizada en los precios de bienes y servicios de una economía, erosionando la capacidad adquisitiva de consumidores y empresas.
En otras palabras, cada euro de hoy nos permitirá comprar menos bienes que ayer. Para entender los efectos de la inflación, se suele tomar un bien habitual de consumo, y comparar su precio en un periodo con respecto del anterior.
Por ejemplo, en el año 2000, un café costaba 1 euro, y en 2022 el coste había subido a 1,59 euros.
Esto es inflación, y no se limita a la subida de precios en un artículo o servicio concreto, sino a la subida general de precios en un sector, ya sea comercio o en automóviles, y finalmente, para toda una economía.
En una economía saneada, la inflación anual suele estar en el rango del 2%, que es lo que consideran los economistas (y el BCE), como signo de estabilidad de precios. Y hay efectos positivos cuando la inflación está en este rango de precios: por ejemplo, cuando la economía está desacelerándose y necesita un impulso, puede estimular el consumo, y por ende, la demanda y la productividad. Por el contrario, cuando la inflación comienza a superar la subida de salarios, puede ser un síntoma de alarma, y de problemas económicos.
La inflación afecta a los consumidores de forma más directa, pero las empresas también sufren sus efectos. Si suben los precios de la energía se verán afectadas familias y empresas en sus facturas de electricidad.
Diferencias del impacto de la inflación sobre consumidores y empresas:
a)Familias/consumidores: Pierden capacidad adquisitiva cuando suben los precios de los productos que compran (alimentación, materias primas, o gasolina).
b)Empresas: Las empresas pierden poder adquisitivo, y temen que bajen sus márgenes cuando sus precios aumentan por los inputs usados en su producción, como por ejemplo, las materias primas (carbón, petróleo), productos intermedios (harina, acero), y maquinaria final. Como resultado, las empresas suelen aumentar los precios de sus productos y servicios para compensar la inflación, y que los consumidores absorban las subidas de precios. Para muchas empresas, el truco está en articular un equilibrio entre la subida de precios necesaria para hacer frente a la subida de costes de inputs, y la subida que sería excesiva (y reduciría la demanda).
Las agencias estadísticas miden la inflación determinando el valor actual de una “cesta” de bienes y servicios variados consumidos por las familias, a la que se suele denominar Indice de Precios del Consumo.
Para calcular la tasa de inflación, o cambio porcentual con respecto del tiempo, estas mismas agencias comparan el valor del índice en diferentes periodos, ya sean mensuales, tasa mensual de inflación, o anuales, tasa anual de inflación.
En España el Instituto Nacional de Estadística elabora el IPC mensual, y dispone de series de IPC mensuales y anuales por Comunidades Autónomas y para la economía española.Además de ello, para favorecer su comparabilidad con otros países europeos, se elabora el IPCA (IPC Armonizado).
Hay dos causas primarias para la inflación (demanda y oferta):
a)Inflación de demanda: Cuando la demanda de bienes y servicios en una economía excede su capacidad de producir bienes. Por ejemplo, tras la pandemia covid19, cuando la demanda de nuevos coches se recuperó más rápido de lo anticipado, y debido al cuello de botella de la oferta de semiconductores, el sector del automóvil tuvo dificultades para hacer frente a esta demanda. Como consecuencia de ello, la escasez de nuevos vehículos supuso un aumento en sus precios (tanto de coches nuevos como de coches usados).
b)Inflación de costes: Cuando la subida de precios de los bienes y servicios genera subida de precios de los productos finales.
Por ejemplo, durante la pandemia los precios de las materias primas (commodities) subieron bruscamente como resultado de un aumento en su demanda, cambio en los patrones de compra, costes de servicio, y valor percibido por diferentes sectores y cadenas de valor.
Para compensar la inflación y minimizar el impacto sobre los resultados financieros, las empresas industriales se vieron forzadas a considerar las subidas de precios que podrían llegar a trasladarse a los precios de los consumidores finales.
En enero de 2022, la inflación en EE.UU. se había acelerado hasta el 7,5%, su nivel más alto desde febrero de 1982, como resultado de los elevados precios de la energía, desajustes en el mercado laboral, y disrupciones en la cadena de suministro. Pero la inflación no es un fenómeno nuevo; a lo largo de la historia los países han sufrido inflación de forma recurrente.
Una comparación habitual de la inflación actual es con el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, con control de precios, problemas en la cadena de suministro, y demanda extraordinaria de petróleo, que llevó a una inflación de doble dígito, alcanzando el temido 20% en aquel lejano 1947, antes de su hundimiento al final de la década, según el US Bureau of Labor Statistics.
Los patrones de consumo actuales se han visto también distorsionados, con problemas en la cadena de suministro debidos a la pandemia.
El periodo histórico comprendido entre mediados de los años 60 y los primeros 80 se conoce como “la gran inflación”, durante el que los norteamericanos fueron testigos de elevadas tasas de inflación, con el pico del 14,8% de inflación en 1980.
Para combatir dicha inflación, la Reserva Federal elevó los tipos de interés hasta el 20%. Algunos economistas atribuyen a este episodio histórico como error parcial de política monetaria, por encima de la causa originaria de aquella inflación: los elevados precios del petróleo. La Gran Inflación enfatizó la necesidad de confiar en la habilidad de la Reserva Federal para neutralizar las presiones de inflación sobre su economía.
Ante la inflación, habitualmente las empresas pagan más por sus materiales o inputs. Una forma mediante la que las empresas pueden compensar las pérdidas, y mantener su margen bruto es elevar sus precios finales, pero si la subida de precios no se ejecuta de forma cuidadosa, las empresas pueden ver dañada su relación con los clientes, caída de ventas y erosión en sus márgenes.
Un matrix de exposición a la inflación que muestre por categorías de productos y servicios la influencia relativa de las fuerzas del mercado, y si el mercado es inflacionario o deflacionario, puede ayudar a las empresas a tomar decisiones más informadas.
Si se hace correctamente, la recuperación de los costes de la inflación para un producto concreto puede fortalecer las relaciones y aumentar los márgenes.
Según el modelo ADAPT McKinsey, hay cinco vías para que las empresas se adapten a la inflación:
1.AJUSTAR descuentos y promociones, y revisar otros aspectos de las ventas no vinculados a los precios base, como por ejemplo prolongando lasagendas de producción, costes de recarga y distribución acelerada, o para órdenes pequeñas.
2.DESARROLLAR el arte y la ciencia del cambio de precios. No hacer cambio de precios en toda la escala de productos y servicios. En lugar de ello, acciones de marcaje de precios a medida, teniendo en cuenta la exposición a la inflación, la disposición de los clientes a pagar, y los atributos individuales de los productos y servicios.
3.ACELERAR la toma de decisiones. Dentro del equipo directivo se puede crear un “comité de inflación” que incluya personas de diferentes áreas corporativas, orientadas a tomar decisiones en función de la inflación para que se pueda actuar rápidamente en función del feed-back de los clientes.
4.PLANIFICAR las opciones subyacentes a los precios para reducir costes. Usar la “ingeniería de valor” para reimaginar nuestra cartera de productos y servicios y proporcionar alternativas de reducción de costes alternativas a los incrementos de precios.
5.TRAZAR la ejecución de forma implacable. Crear un equipo central de apoyo que se ocupe de los descuadres en ingresos y que gestione de forma rigurosa la rentabilidad y los resultados.
Mas allá de los precios, existen numerosas estrategias comerciales que pueden ayudar a cada empresa a adaptarse a los aumentos de precios en un mercado inflacionario; pero algunos sectores pueden necesitar una respuesta a medida ante los cambios de precios.
Y en este contexto, la comunicación del presidente de la Reserva Federal, Powell, de ayer 2 de noviembre confundió a los mercados financieros. Existe cierta posibilidad de que los aumentos de tipos de interés sean a un ritmo más lento antes de que la inflación caiga dramáticamente. Pero Powell citó en su intervención al gobernador de Nueva York de la década de 1920, Strong, bajo la promesa/amenaza de que los tipos de interés terminarán más altos, y los mercados acogieron su anuncio con pesimismo.
La Reserva Federal destruyó la forward guidance de la política monetaria del pasado mes de junio. Como tal, las futuras promesas políticas deberán tratarse con cautela. Una desaceleración del crecimiento más dramática, o una caída más rápida de la inflación, podría hacer que los tipos de interés finales pierdan sentido.
Entretanto, Rusia ha mostrado aversión al conflicto nuclear, y renovado el compromiso de envío de grano de la ONU. Corea del Norte disparó 23 misiles para recordarnos que son el nuevo “chico malo” internacional. Esperemos que la buena noticia no se vea eclipsada por Corea del Norte, ya que los mercados tienden a no valorar los riesgos geopolíticos extremos.
Conviene recordar que con inflación creciente somos más pobres, vivir es más caro, y todo nos costará más. Como consumidores, reduzcamos los gastos superfluos, y en las empresas apliquemos una política de formación de precios acorde con nuestra cartera de productos, y reduzcamos consumos innecesarios para poder amortiguar los efectos negativos de la inflación.
Históricamente, la digitalización y la globalización eran deflacionarios, apliquemos la primera, y en el caso de la segunda (que no depende de nosotros) esperemos a que vengan tiempos mejores.
Isabel Giménez Zuriaga
Directora General
Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros