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Todos a una

Las empresas, sobre todo en el funcionamiento del día a día, se encuentran con un mercado altamente competitivo, globalizado, con nuevas maneras de hacer negocios y con una tecnología que avanza vertiginosamente, sumado a todo ello un entorno macroeconómico con cierto grado de incertidumbre. Cuando una empresa se enfrenta a esta situación, lo determinante es reaccionar, y, más importante, a tiempo…; redireccionando la estrategia, o formulándola en algunos casos, desarrollando las competencias e identificando los factores claves de éxito del negocio.

De hecho, actualmente, donde el factor permanente es el cambio, el principal desafío de las empresas es el estratégico, ya que éste debe responder a nuevas formas de competencia. Los procesos de apertura y desregulación, obligan a las empresas a enfrentar modalidades de competencia global con otras empresas nacionales y del exterior. Es por ello, que para permanecer, y aún más, crecer en el mercado, se ven obligadas a considerar en su estrategia todos los niveles de acción, ya que ésta debe permitir flexibilidad y reacción ante los cambios.

En términos generales esta estrategia debe contemplar los siguientes aspectos: misión, visión, objetivos corporativos, DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades), con el fin de definir las estrategias fundamentales de la organización, en el ámbito interno potenciando sus fortalezas y subsanando sus debilidades, y en el externo, aprovechar las oportunidades y contrarrestar las amenazas. Para, definitivamente, implementar esta estrategia y establecer un seguimiento continuo.

Pero estos conceptos, en un principio, tan abstractos, no son fáciles de comprender. Aunque, en realidad, para explicarlos es más sencillo si lo comparamos con las personas. Es decir, una empresa, al igual que una persona, necesita tener una meta, un sueño, un objetivo y unos valores para conseguirlo, y aún así, durante la vida de cualquier persona, la toma de decisiones, a veces, no resulta tan sencilla.

Cualquier negocio, por pequeño que sea, tiene una “razón de ser” a la que llamaremos Misión. Y ésta, permite que se empiece a anhelar un “sueño” al que nos referiremos como Visión. El fin principal de estos enunciados es definir el rumbo de la empresa y ayudar a “poner en la misma sintonía” a todos los involucrados: socios, directivos, empleados, proveedores y clientes.

Generalmente al establecer una Visión se debe reflejar un horizonte de 10 años y para la Misión debe ser de 5 años. Esta última es conveniente que sea una oración corta, sencilla, fácil de recordar, para que toda la gente la conozca. De tal manera que la Misión cumpla también la función de ser un objetivo intermedio a la Visión. Al establecer estas definiciones se deberá tener en cuenta a la competencia, qué es lo que está ofreciendo, cómo está actuando, etc.

Pero para lograr la Misión es necesario tener unos Valores de Trabajo bien definidos que la faciliten. Es conveniente definirlos y sobre todo llevarlos a la práctica. Incumplir alguno de ellos con el objetivo de lograr metas a corto plazo como incrementos temporales en ventas o reducción de gastos tiene sus riesgos, pues la “coherencia” entre lo que se dice y hace es a la larga la mejora de la empresa. Es de gran importancia que al establecer la estrategia general participen todos los involucrados: socios, directivos, empleados, clientes y proveedores, su opinión se puede recoger, por ejemplo, a través de encuestas o de reuniones.

Una vez definido lo anterior, hay que plantearse el siguiente reto: cómo lograrlo. Todos los procesos de la empresa y las políticas de funcionamiento deberán estar en estricta concordancia con lo previamente definido, asegurándose que se tiene el personal adecuado para las funciones y objetivos de la empresa, produciéndose un reconocimiento personal, profesional y económico de la plantilla, en concordancia con sus responsabilidades. También cobra gran importancia la infraestructura, que debe ser la adecuada para el cumplimiento de la “Razón de Ser”.

Adicionalmente, de manera anual, se deberán establecer unos objetivos alcanzables y medibles, que vayan acordes a lo que se pretende lograr en 5 años. No sólo deberán existir objetivos de naturaleza financiera, ya que para saber si se alcanzan se deben evaluar los procesos, el mercado de clientes y el personal que desarrolle las funciones. Una estrategia no puede perdurar todo el tiempo, depende de lo cambiante del mercado en que se encuentre la empresa. Por lo tanto, es importante que exista una retroalimentación continua, para detectar que ya no funciona, y adaptarse a los cambios.

El momento ideal para definir la estrategia es cuando la empresa esta arrancando, aunque se recomienda que aún estando en marcha, cada negocio dedique un tiempo a analizarse y plantearse lo que quiere lograr.

Definitivamente, la empresa se beneficiará al contar con una estrategia. Las PYMES podrían sentirse con más tranquilidad sabiendo que cuentan con una planificación estratégica, incluyendo a todos los involucrados: socios, directivos, empleados, clientes; para que todos ellos, como un único ente, conozcan cuál es su “razón de ser” y el camino para lograrlo y conseguirlo: “Todos a Una”.

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